Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
La esquina
La extrema dependencia de un partido extremista genera situaciones extremadas para un partido cuyo reiterado éxito se ha basado siempre en la centralidad y la moderación. Se veía venir.
Por voluntad expresa de Pedro Sánchez Carles Puigdemont se apropió a raíz del 23-J de la llave de la gobernación de España. Con siete diputados entre 350. La ha usado sin tasa, sin miramientos y sin escrúpulos políticos ni morales.
Y lo peor es que le han dejado usarla. Con los demás socios y aliados el presidente del Gobierno y el partido que pastorea han negociado y hecho concesiones, como es lógico, natural y legítimo –y como hicieron todos los gobernantes sin mayoría absoluta, de González a Aznar–, pero con contrapartidas y compromisos de la minoría que en cada caso han necesitado.
Con Junts ha sido bien distinto. Con Junts la relación ha sido plenamente asimétrica: una parte ha exigido todo lo que se le ha ocurrido y la otra parte ha cedido en todo lo demandado. Ni siquiera ha garantizado la continuidad de los siete votos favorables al Gobierno de coalición durante toda la legislatura. Irán partido a partido. Para que el chantaje sea permanente, como un sistema de goteo intenso e interminable. Así se pactó la investidura, así se pactaron los decretos de este mes, así se irá pactando cada encrucijada. No hay reencuentro total en Cataluña, sino absolución de los delitos de la cúpula de un partido muy minoritario en Cataluña e insignificante en España y blanqueamiento y normalización de una formación política de la derecha más reaccionaria y xenófoba. Que tampoco es que se haya arrepentido de sus delitos ni se haya comprometido a no reincidir. Un mínimo requisito para merecer la amnistía. Pues ni eso.
Bueno, nada raro a poco que se examine a los personajes implicados y a sus circunstancias. Un líder dotado de cualidades extraordinarias puestas al servicio de su ambición ilimitada y enorme versatilidad ideológica y flexibilidad ética, frente a un fanático peligroso, enemigo de España y decididamente antidemócrata, al que la casualidad y la aritmética han colocado en una posición dominante sobre el destino de una de las naciones más desarrolladas del planeta. Tremenda conjunción.
A riesgo de que lo metan en el facherío o le acusen de comulgar con el PP, un demócrata debe esforzarse en defender la verdad. La diga Agamenón o su porquero.
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Gracias, Errejón