Por montera
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Los logros, como los fracasos, no se deben vivir en solitario. En ocasiones no se puede, en otras no se debe y casi nunca se quiere -más allá de lo que podamos decir en un momento dado-. La disposición de la gente que tenemos alrededor para acompañarnos, y cuando lo necesitamos para sostenernos, es una fortuna que hay que saber ver, valorar y agradecer. Más allá de los caracteres variopintos y las diversas maneras de sentir, el acompañamiento incondicional, el apoyo de los nuestros es una dicha que debemos reconocer de manera consciente.
Porque ante cualquier experiencia a afrontar, el entorno tiene mucho que decir y seguramente en el trayecto, tenga mucho que hacer. Cobertura y organización, logística y estrategia. Que no siempre podemos solos, que necesitamos el sostén estructural y el emocional de los nuestros. Da igual lo autosuficientes que seamos, lo fuertes o lo débiles que nos sintamos en un momento concreto, compartir ilusiones y repartir el peso, aligera, y siempre alivia nuestros pasos. Y ahí, a la hora de la distribución, los nuestros; ramillete dispar de reacciones y diversas maneras de apoyar.
Desde el que prudente y respetuoso ofrece y se ocupa del avituallamiento, hasta la que está más al quite de posibles flaquezas anímicas, la que resuelve por nosotros en descarga de tareas y ocupaciones diarias y la que nos refuerza en lo afectivo para afrontar lo que venga. Tareas, etapas, experiencias. Perfiles, roles y departamentos de nuestras necesidades. Son nuestros diversos esenciales con diversas competencias.
Permítanme la cuestión género pero en esto, las mujeres, las amigas y las madres tienen la concepción de la tribu más presente. Conscientes de cargas y culpas, de luchas interiores, de contradicciones y sentimientos encontrados, se anticipan, intuyen y prevén lo que otras pueden estar sintiendo y ahí, se erigen en las verdaderas sujetadoras de aquellas. Suelen ser esas las que por empatía, sensibilidad y sororidad se adelantan y sospechan de nuestras dudas y nuestros cuestionamientos internos, no nos juzgan si tarde y a deshoras nos replanteamos aciertos y errores, respetan las fluctuaciones del sentir de otras.
A todas aquellas que nos sostienen y nos reconfortan cuando lo necesitamos, también a aquellos que en las buenas brindan con y por nosotros y en las menos buenas llegan a deshacer caminos recorridos para volver a por nosotros y llevarnos al paso, y por supuesto a las que nos sustituyen donde no somos capaces de llegar, hagámosles saber lo conscientes que somos de su soporte, lo que agradecemos la cobertura y la suerte que sabemos que tenemos por contar con su sostén.
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