Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Confabulario
El lunes pasado, los Reyes de España visitaron, en una mañana inhóspita y abrasadora, las Tres Mil Viviendas; lo cual sumaba a las incomodidades propias del lugar, los rigores de la adversidad climática. Todo esto lo hemos visto al detalle, en las páginas del Diario, gracias a las imágenes de Juan Carlos Vázquez. Imágenes y vídeos donde contemplábamos, junto a vindicaciones justas y razonables, la cordialidad del público espontáneo. Entre las numerosas peticiones, Carlos Navarro Antolín destacaba los gritos de: "¡Más trabajo y menos caridad!", salidos de una parte de los asistentes.
Pero, claro, los Reyes no han ido a las Tres Mil a ejercer la caridad, sino como jefes de un Estado que incluye a esa parte cimarrona y paupérrima del Polígono Sur, que acompaña a los sevillanos desde antiguo. Es cierto que Cela decía que mientras llega y no la justicia, la caridad era un buen sucedáneo. Sin embargo, los Reyes han hecho algo que quizá comprometa, de modo perdurable, el futuro de las Tres Mil. Ese algo es patentizar, a ojos de los españoles, una zona donde el Estado de bienestar llega sólo muy trabajosamente. Y ello cuando se recrudece el riesgo de agravar la distancia entre el común de la ciudadanía y sus secretas periferias. Un antiguo lugar común de la izquierda todavía encuentra en la caridad algo arbitrario y reprobable. Asunto éste que sería cierto si el poder público dependiera del albur privado. Pero, ay, lo que el lunes se personó en las Tres Mil fue la completa arboladura de un Estado moderno, en el sitio mismo donde los recursos públicos no alcanzan a laminar antiguas disfunciones. También les acompañaban asociaciones y entidades privadas que, generosamente, emplean su tiempo y sus caudales en socorrer al prójimo desfavorecido (lo cual no parece, a la verdad, un vicio reprehensible). Por supuesto, el Estado, el "ogro filantrópico" de Octavio Paz, es el invento más formidable del mundo moderno. Ahora bien, quienes, en estos días, hayan observado las colas de los comedores sociales, ya saben que la caridad no es el enemigo de nadie, y sí la salvaguarda y el sustento de muchos.
Esto significa que el Rey de España acudió, en representación del Estado, al lugar más frágil y amenazado de su país, cuando la situación no ofrece muchos asideros. Lo cual equivale a decir que los Reyes estuvieron, ejemplarmente, en el lugar oportuno. También ocurrió así, ¡admirable locura!, con quienes hoy y mañana ayudarán, discreta y generosamente, a sus vecinos.
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