¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Punto de vista
Estos dos personajes políticos no tienen mucho en común, salvo su dedicación a la política y que ambos militan en el Partido Socialista: ella, en Andalucía y él, en el partido de los socialistas catalanes. Susana, que fue presidenta de la Junta de Andalucía en los años 2013 a 2019 y antes consejera de Presidencia e Igualdad en 2012, quiere volver a ser candidata por su partido en las próximas elecciones. El anuncio de su interés por la candidatura lo ha hecho ella misma, porque no vale decir, como en otras ocasiones, que procede de personas de su intimidad o de fuentes bien informadas. Y su mejor argumento para justificar su aspiración es el de que ella perdió el Gobierno, por los pactos de otros, pero no las elecciones, porque su candidatura fue la más votada. Miquel Iceta es el secretario general del Partido de los Socialistas de Cataluña, asociado al PSOE, y tiene menos notoriedad política que Susana, aunque no menos conocimiento popular que la andaluza, gracias a sus bailes en los arranques de campaña a lo Freddy Mercury o al ritmo de Queen. Sin embargo, es un hombre de partido y fue candidato a la Generalitat en las últimas elecciones catalanas. Ahora ha recibo el anuncio, que le ha transmitido el líder de su partido, Pedro Sanchez, de que no será candidato y que debe dejar esa candidatura a Salvador Illa, actual ministro de Sanidad, que tampoco es médico, sino licenciado en Filosofía.
No ha habido anuncio oficial, pero se dice que Pedro Sánchez puede haber ofrecido a Susana la presidencia del Senado. En la carrera política hay pocos cargos que lo superen en importancia. Como senadora autonómica que es, necesita pocos trámites y tiempo para ser presidenta. A Miquel, para conformarse con no ser candidato en las elecciones catalanas, le han ofrecido el Ministerio de Sanidad, y se supone que está feliz. Susana, en cambio, insiste en que quiere ser designada candidata a la presidencia de la Junta. Algún malpensado supone que quiere serlo para terminar tareas pendientes de cuando lo fue. Es de admirar su empecinamiento al rechazar lo que se le ofrece optando por algo que nadie le puede asegurar. Desde esta consideración es preferible su postura a la del catalán. Por tanto, elogio la postura de la señora Díaz y me olvido de sus actuaciones, tan poco democráticas, el día de la investidura de Juanma Moreno.
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