Eduardo Jordá

Tambores de guerra

En tránsito

No ha habido ninguna civilización –ni siquiera el decadente imperio bizantino– que haya estado peor preparada para una guerra

20 de marzo 2024 - 00:00

La amenaza es total y absoluta”, ha dicho nuestra ministra de Defensa. La amenaza de guerra en Europa, se entiende. Es extraño. Si uno sale a la calle y se fija en las terrazas llenas de gente que ríe y canta, parece imposible que alguien pueda creerse este pronóstico tan poco tranquilizador. Y más aún, porque llevamos mucho tiempo pensando que la paz es un derecho que nos es asignado por una especie de divinidad compasiva –la Diosa Madre del Progresismo y la Igualdad–, de modo que todos nos hemos convencido de que la guerra no forma parte de la existencia humana. Recuerdo que hace años, en los tiempos de Zapatero, Miguel Bosé reivindicaba su inalienable derecho a la paz, y nadie se atrevía a contradecirle con el argumento de que ese derecho no sirve de nada si hay alguien que se empeñe en atacarte. Pero llevamos mucho tiempo –demasiado tiempo– negándonos a asumir las verdades desagradables de la existencia. La ideología que ahora gobierna Occidente –que es la ideología del Progreso Irreversible– nos hace creer que la naturaleza humana no existe porque es injusta y desigual, pero cualquier persona mínimamente inteligente debería saber que eso no es cierto. La naturaleza humana existe y no puede cambiarse a capricho. Y por eso existe el odio, existe la maldad, existe la envidia. Por supuesto, nuestra época ha dictaminado que nada de eso existe, igual que tampoco existe la guerra, ya que todos podemos ejercer cuando queramos nuestro irrenunciable “derecho a la paz”.

Pobres de nosotros si estalla una guerra. No ha habido ninguna civilización en la Historia –ni siquiera el decadente imperio bizantino de los Paleólogos– que haya estado peor preparada para enfrentarse a una guerra. Desde hace muchos años se nos ha convencido de que los derechos los concede dadivosamente el Estado –a cambio de nuestro voto y de nuestra gratitud– sin que nosotros tengamos que mover un dedo para defender esos derechos que nos permiten vivir en paz. Otros países se dedican a exacerbar los peores instintos belicosos de la población –Rusia, China e Irán, por ejemplo, justo los que ahora están realizando maniobras conjuntas en el Golfo de Omán–, pero nosotros nos dedicamos a despreciar todo lo que tenga que ver con la idea de que a veces hay que luchar para defender lo que uno ama. Sí, pobres de nosotros si hay una guerra.

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