Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Las dos orillas
Cataluña es España, pero las elecciones de Cataluña no son como las de España. Además, cuando ha votado el 53,54% del censo (en 2017 votó el 79,09%), los resultados están distorsionados por la pandemia. Un ejemplo: dicen que la mayoría de los catalanes han votado a partidos independentistas, pero en realidad sólo le han dado su apoyo un catalán y pico de cada cuatro censados; y se abstuvieron casi dos catalanes de cada cuatro. Los resultados conflictivos y la escasa participación obligan moralmente a convocar otras elecciones cuando se inmunice el rebaño, en las que podría pasar de todo, incluso lo mismo. Pero hay un aspecto interesante para la política nacional: la hecatombe del centro derecha y el avance de Vox.
Extrapolar esos resultados al resto de España es un grave error. El 12 de julio de 2020, al final de la primera ola, hubo elecciones en Galicia y el País Vasco. En tierras gallegas, el PP de Núñez Feijóo se paseó con mayoría absoluta, mientras que Vox y Ciudadanos naufragaron. Por el contrario, en el País Vasco, ese mismo día, el PP y Ciudadanos unidos sólo consiguieron 6 escaños. Una de cal y otra de arena. Porque hay 17 autonomías con sus costumbres. Pero sí es cierto que el centro derecha pasa por una situación lamentable. No existe una alternativa fuerte al PSOE de Pedro Sánchez.
Y por ahí deben plantear las cuestiones esenciales. Los españoles no ven a Pablo Casado (ni mucho menos a Inés Arrimadas) como presidente del Gobierno. Casado empieza a parecerse a Hernández Mancha. A Santiago Abascal tampoco lo ven, pero a Vox no lo votan para gobernar (es imposible en este panorama), sino para dar por saco a Pedro y Pablo, para alentar lo que más duele a esa izquierda heavy.
¿Lo que más les duele? Al revés. Pedro y Pablo están alegres con los avances de Vox. Mientras eso ocurra, tienen garantizados los sillones de la Moncloa. Nada le gustaría más a Pedro Sánchez que debatir con Santiago Abascal como jefe de la oposición. Así ocurriría lo mismo que en los tiempos de Felipe González: vivía feliz con Manuel Fraga y con AP, que no le ganaron nunca unas elecciones. Hasta que llegó José Mari Aznar, por entonces un muchacho más apañado. Años después se perdió, con la guerra de Iraq y el tesorero de su partido, con los juicios que casualmente coinciden con las campañas de elecciones.
Tenemos Pedro para algunos años más. Si no hacen lo que deben hacer, que está claro. Imitar a Vox sería el mayor error.
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