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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Los nuevos tiempos
Buscando opciones a ese lenguaje inclusivo que ha acabado siendo más excluyente que la hija del duce me topé en redes con el término 'tormundo' que, risas aparte, refleja con simpatía lo que es el espíritu realmente acogedor y sin odios ni enfrentamientos que se palpa por el sur. El pueblo crea lo que necesita para abarcar realidad y para ello en Andalucía somos de lo más creativo.
Ese 'todo el mundo' ('tormundo') lleva décadas siendo inclusivo aún cuando ni el concepto de inclusión se manejaba. Lo escuchabas en las plazas o en los mercados, en los chistes, en las gracietas del gaditano y te hacia sonreír mucho más que el 'todos, todas, todes' este tan robótico que te deja con cara de BOE o BOJA, es decir, formal y de ventanilla de negociado del ministerio pero sin alma, oficial, subvencionado, interesado.
Los que decían 'tormundo' eran del pueblo real, ese que no imposta ni finge ni razona tanto pero que te tiende la mano honesta si te ve en un apuro, seas nigeriano llegado en patera, franchute o dragqueen. Tanto les da lo que seas si les compras en su puesto de la plaza de abastos o les encargas un porte con su furgoneta. Porque realmente da igual salvo que seas de esos que han enarbolado la cultura del odio y el acoso y derribo, la del primacismo moral o la legislación exprés como pollo sin cabeza que está dejando los juzgados desorientados y liberando reos-monstruo por la simple aplicación de los principios generales del derecho que, ellos no, no se pueden saltar tan a la torera como 'otres'.
Siendo tan rico nuestro idioma y sin tocar algo tan sagrado como su raíz y su lógica latinas intrínsecas había mucho vocabulario del que tirar para que 'tormundo' se sienta acogido y amparado. Porque la actitud lo es todo y va más allá de las palabras y se trasluce en la entonación y el rostro del que pronuncia las palabras más que en la literalidad de las mismas.
Muchos nos estamos tomando a risa todo ese vendabal de esnobs que por ir a la última y ser tan repipis perdieron el sentido del ridículo y olvidaron que la belleza en el lenguaje es un bien a mimar, aparte claro de mantener la coherencia interna de cualquier lengua para no convertir este mundo en lo que se va transformando: este Babel de gente que se habla como sordos pero ya no se entiende que era para lo que se inventó esa cosa preciosa que es nuestro maltrecho idioma.
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