Alberto González Troyano

Viejas costumbres

Brindis al sol

La vida no sólo se alarga viviéndola hacia delante, también conviene mirar hacia atrás, hacia lo que ya sucedió

22 de agosto 2022 - 01:56

Los libros son buenos medios para adentrarse en el pasado. Una página bien escrita logra transportar al lector interesado a cualquier época que aspire conocer. Un buen paseo literario permite recuperar y revivir, desde un cómodo sillón, los años ya transcurridos. Porque la vida no sólo se alarga viviéndola hacia delante, también conviene mirar hacia atrás, hacia lo que ya sucedió y ha quedado perdido en el baúl de las costumbres arrumbadas. Andalucía nació porque una serie de escritores empezaron a recoger y recopilar sus hábitos de vida, el carácter de sus habitantes, sus trabajos, penas y fiestas. Es decir, sus narradores empezaron a exponer su singularidad, y sin la ayuda que le prestó esta literatura costumbrista (primer esbozo de lo que luego sería la antropología) quizás Andalucía no existiera. O sería otra cosa, sin la popularidad difundida por tanto artículo y tanto grabado que, a través de libros y revistas, dieron vida propia a esta región. Y esos escritos continúan ahí, disponibles, basta leerlos para recuperar aquellas viejas maneras de convivir. Con todo, hay otro medio valioso que igualmente permite adentrarse y revivir los viejos tiempos. Pero sobre él ha caído, últimamente, una capa de polvo y marginación, y cada día alimenta menos la memoria colectiva del pasado de los andaluces. Este medio, que debería ser revitalizado, lo forma un peculiar tipo de museos: los llamados de artes y costumbres populares. Y cumplen el mismo cometido recordatorio que facilitaron aquellos libros fundadores, escritos hace ya casi dos siglos. Así, cuando entras en uno de ellos, sales de tu mundo cotidiano y te adentras en otro espacio, en el que encuentras, por ejemplo, reconstruida con la mayor minucia y esmero, una cocina como la que usaron nuestros antepasados. Con igual fidelidad aparece una barbería, un pajar, una escuela o una sala de tertulia, ambientado todo con enseres, pinturas y mobiliarios. Escenas recreadas para lograr que el visitante pueda mentalmente trasladarse a ese viejo espacio que ansía conocer. Casi todos estos museos mantienen un ingenuo candor decimonónico y existen, por fortuna, en casi todas las provincias andaluzas. Frente a tanta digitalización uniformadora, en ellos se ofrece el encanto de un tratamiento conservacionista modesto, casi artesano, para mostrar, a las nuevas generaciones, viejas costumbres que dieron paso a tiempos modernos. Por eso, deberían ser articulados dentro de una red que los complementara, ofreciendo una conjuntada memoria cotidiana de Andalucía.

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