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SORAYA Sáenz de Santamaría, portavoz del PP en el Congreso, considera que las noticias reveladas por El País sobre el pacto secreto de José María Aznar con Bush que permitió las escalas en aeropuertos españoles de los vuelos con prisioneros de Iraq con destino a Guatánamo son una nueva versión de la célebre "cortina de humo" con que el Gobierno de Zapatero quiere tapar las consecuencias de la crisis económica. Es posible, pero el PP ha insistido tanto en las cortinas de humo y ha visto tantas falsas murallas que resulta sospechosa la insistencia. ¿Y si la acusación recurrente de calificar de "cortina de humo" cualquier noticia que irrumpe en la actualidad y que daña la imagen del PP fuera una coartada (de humo) para evitar que no se hable de otra cosa que de crisis, crisis y crisis?
Las cortinas de humo suelen ser un conjunto de discretas argucias para camuflar la realidad, pero aquí, a fuerza de ver cortinas y más cortinas, la expresión se ha transformado en sinónimo de "cualquier acontecimiento ocurrido en el pasado reciente que estropee la reputación del PP e interrumpa el serial de reproches sobre la situación económica". ¿Y si estuviéramos ante dos cortinas de humo paralelas que separan sendos conflictos de intereses?
La teoría del despiste y el humo subestima la capacidad de los ciudadanos, y de la prensa, para mantener viva la atención en dos acontecimientos a la vez, aunque no beneficien al mismo partido, y para distinguir las patrañas de la verdad. Es posible que en la filtración de los documentos que establecen que Aznar conocía y aceptó los vuelos secretos de los aviones norteamericanos haya una intención más o menos velada (o torpe) de encubrir por unos días la gravedad de la situación económica, pero eso no es suficiente para soslayar la gravedad implícita del hecho conocido. Además, la actitud de Zapatero tampoco está aclarada.
La presencia de España en Estados Unidos durante la cumbre del G-20 sirvió para recordar las debilidades de la política exterior de nuestro país durante los gobiernos de Zapatero y, en particular, las relaciones distantes con Bush, en contraste con la estrecha camaradería que predominó durante el mandato de Aznar. De acuerdo, pero no es inapropiado ni ilegítimo ir más allá y conocer cuál fue el verdadero precio que pagó Aznar por esa afinidad, cuánto supuso la emblemática foto del ex presidente español con Bush con las piernas sobre la mesa, sobre todo cuando las concesiones pudieron burlar la legalidad.
No está de más conocer todo el entramado que permitió la célebre foto del trío de las Azores ni, por supuesto, la responsabilidad de Zapatero sobre los restantes vuelos que repostaron en España camino de la prisión caribeña de Guantánamo. Que se sepa.
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