Carmen Camacho

En un abrir y cerrar de ojos

Cambio de sentido

En 2020, el mundo se ha detenido. No es tan fácil. Nuestra vida ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos

29 de diciembre 2020 - 02:33

Cierro los ojos. Siento un abrazo a seis manos. Los besos saben a las uvas de mi boca. Tengo un lagar en la saliva, y tan sólo dos copas, donde compraríamos el champán. Feliz año. Nos cobija una sala vacía, llena de nada, todo en cajas: es mi nueva vieja casa, el mundo está recién pintado. Una luna después, descoso con las uñas la costura del pantalón cuando un amigo científico cuenta que lo que pasa en Wuhan va en serio. Cancelan el carnaval de Venecia mientras camino por la noche mágica del pópulo de Cádiz, buscando y hallando la bulla que escucha cantar. Celebro el 8-M en mi pueblo, con cuidadito. Cuánto se ha tratado de asociar feminismo y pandemia, como si de la autorización -descabellada- de celebrarlo, como otros eventos políticos y deportivos de ese día, acaso fueran responsables los feminismos, y no los gobiernos (que son dos cosas distintas y, en las peores ocasiones, opuestas). En la farmacia, matan por una mascarilla quienes ahora la llevan colgada en el codo que empinan. Soplo las velas de una tarta que no existe. Es 14 de marzo, es 14 de Mordor, día de mi cumpleaños, y acabo de encerrarme en casa. El mundo se ha detenido, no es tan fácil. Recorro el pasillo hasta el sol del balcón, no contengo el llanto, regreso a esta mesa y escribo un artículo titulado Mis viejos. El mundo se derrumba y tú escribes poemas es el título de un libro de Cobos Wilkins, y "¿Qué vas a hacer, mi niño, cuando seas mayor, con la luz?", un fragmento de un tema de Triana. Infancia de clausura. El miedo, la muerte y el hambre hacen cola en las aceras. En el primer paseo llevo mi vestido de flores y suenan a lo lejos cacerolas. En las redes y las teles: gurús en posesión de la posverdad, una política haciendo de Dolorosa, hordas crispadas, famosos New Age pasados de la raya a los que no les cierra bien la olla. Hago números. Tanta pantalla. El oftalmólogo me dilata las pupilas para mirar al fondo. En 2020 hay quienes practican el odio a los negros y a todo el que no es como ellos. Los histriones del flequillo macilento hacen con los dedos la señal de victoria pero respiran a través de máquinas. El verano es un baño atlántico, conversaciones que duran días, una almohada; y el otoño, confinamiento preventivo, positivos que son negativos, profes exhaustos. En Nochebuena, apoyada en una ventana abierta, contemplo a mi familia. Ahora, cuento a tientas las uvas, percibo la emoción a mi lado, siento la duodécima campanada. Abro los ojos. Feliz año.

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