
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Fétido 'dèjá vu'
En tránsito
Es necesario difundir las imágenes de esa familia catalana que murió en el accidente de helicóptero en Nueva York? Los hemos visto en una filmación dentro del helicóptero, justo cuando iban a despegar, y en otras fotos a punto de abordarlo. Padre, madre y tres niños. Imagino que una de esas niñas grabó las imágenes en el helicóptero, justo antes del despegue, para colgarlas orgullosa en su cuenta de Instagram o de TikTok. Y luego lo que hemos visto es el helicóptero que se precipita hacia el agua y el impacto y las tareas de rescate. ¿Y para qué? ¿Somos más sabios, más compasivos, más piadosos después de haber visto a esta pobre familia sonriendo feliz en el helicóptero que la llevaba a la muerte? ¿Hemos aprendido algo? ¿Nos ha hecho mejores en algún sentido?
Se supone que estas imágenes tienen un valor informativo, y por eso se difunden y por eso las hemos visto, pero me pregunto qué clase de valor informativo pueden tener, aparte del regusto morboso de ver a unas personas felices a punto de encontrar la muerte. En algunos comentarios a las ediciones digitales de los periódicos, aparecían los dementes habituales que se burlaban de esta familia por ser unos “ricos arrogantes que exhibían su riqueza en un helicóptero” –eso decían estos perturbados– hasta que el accidente en el río impartió una especie de justicia divina que castigaba a estos privilegiados por su vergonzosa opulencia. Aunque parezca mentira, abundan las cabecitas trastornadas por el resentimiento social que dicen tan tranquilas esta clase de cosas. ¿Y qué pasa si esta familia había decidido dar un paseo en helicóptero por Nueva York? ¿Qué hay de malo en ello? ¿Y por qué tenían que privarse de hacerlo?
Pero vuelvo al principio: ¿hay alguna necesidad de que veamos sonreír a esta familia que se dirigía hacia su muerte? ¿No podríamos concederles al menos la última dignidad de ocultarlos de nuestras miradas morbosas? Ya sé que eso es mucho pedir en esta sociedad de voyeurs que se pasan –nos pasamos– la vida metiendo las narices en las vidas ajenas y mirando excitados por todas las cerraduras. Había algo muy hermoso –siempre lo hay– en una familia que se fotografía abrazada y sonríe y nos mira con los ojos llenos de un chispazo que podríamos definir como felicidad. ¿Y no podríamos dejarlos en paz, sonriendo felices en sus últimos momentos?
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