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Salvador Illa es un tipo con vista, sabe ver más allá del Ebro y asume que las reivindicaciones catalanas deben ser explicadas al otro lado de la extinta aduana medieval. En eso se diferencia de sus contrincantes independentistas, cuya empatía con el resto de españoles cabe en la misma semilla de comino donde reside su preocupación por la gobernabilidad del país aunque formen parte de la alianza plurinacional que sostiene al Gobierno.
Illa elogia a los andaluces y al aceite de Jaén, y los hiperventilados le acusan de favorecer a la competencia del zumo de oliva catalán. Tan necios y tan cegatos que ignoran que Cataluña consume mucho más aceite del que producen sus olivos y que hay empresas catalanas que compran producción de Jaén para venderla en su comunidad.
Pero no importa, porque la ceguera voluntaria indepe carece de remedio mientras no haya voluntad de ver más allá de las antiguas aduanas del Ebro. Hace ya algunas semanas que Salvador Illa comenzó a planificar una gira por España para explicar sus inquietudes y, sobre todo, para apaciguar la visión negativa que los años del proceso independentista han dejado sobre la deteriorada imagen de su comunidad. Andalucía es uno de los lugares por los que tiene mayor interés, tal como recordó el pasado fin de semana en la feria del primer aceite de Jaén que Paco Reyes ha organizado este año en Sabadell.
Paco Reyes, Francisco Reyes, presidente de la Diputación de Jaén, es otro tipo con vista, y hace algunos años que se inventó esto del aceite temprano, ése cuya aceituna se recoge unas semanas antes, durante el envero, y sabe a manzanilla verde en rama. Insuperable. Nunca hay que perder de vista a Reyes porque, además de promocionar muy bien lo de Jaén, anticipa muchos movimientos políticos. Fue él quien se llevó a Manuel Chaves a Jaén al poco de ser amparado por el Tribunal Constitucional en lo que supuso un acto que rehabilita al ex presidente más longevo de la Junta y es Reyes quien tiende ahora esa mano a Illa para que salga del asfixiante recinto político catalán donde uno puede ser criticado por mojar pan en el Castillo de Canena. Jaén siempre ha dado buenos políticos, tanto que hay un pulso verde oliva en quien está resultando uno de los oradores más certeros del Congreso, punzante y amargo como el aceite: el inefable Gabriel Rufián.
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