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La tribuna
SÍ, voy a hablar de mi libro, como el ilustre y maravilloso escritor vallisoletano. Sin pudor, ni rubor, le ruego que no me lo tome en cuenta, me apetece y lo necesito. Comencé a escribir Los amantes anónimos, que en un par de días llega a las librerías -instante publicidad para nada subliminal-, en un momento muy jodido de mi vida. Me asomaba a la ventana y lo único que me salía era contar lo jodido que estaba, con pelos y señales. Un canto a lo jodido. Y durante unos días estuve así, hurgando en la herida, arrancándome la costra una y otra vez, como si necesitara sentir el dolor en cada momento. Por suerte, una mañana, recuerdo que lucía un sol intenso y arrebatador, descubrí que la historia que quería contar la tenía al otro lado de la ventana. Estaba allí, sí, esperándome. Tal vez dispuesta para salvarme. Siempre he mantenido y pretendido no repetirme, no ser ese tipo de escritor que se pasa la vida ofreciendo la misma novela, una vez y otra. Del mismo modo, siempre he mantenido y pretendido fusionar género y Literatura. No hay géneros mayores o menores, y sí hay buena o mala Literatura.
Sobre Los amantes anónimos habrá quien hable de novela negra, de novela criminal, de suspense, de intriga, también de thriller, que yo mismo comparto, y también supongo que hablarán mucho de homenajes, que confieso yo, de antemano. Sí, Los amantes anónimos es un homenaje a todas esas series de televisión, películas y libros que me han fascinado, y por eso habrá quien encuentre a Seven, a El silencio de los corderos, a Breaking Bad, a True detectives, a Fargo, a La Isla Mínima, a Fincher, Hitchcock y a Jarmusch, a Stieg Larsson, a Perdidos, a El Mentalista, a Mankell, a Dexter, a CSI, a Castle, a Holmes y Watson o a Vázquez Montalbán, y me detengo ya porque la lista podría ocupar todo este artículo. Y es que siempre he mantenido y pretendido ofrecer novelas actuales, contemporáneas, convencido de que la Literatura debe evolucionar a la misma velocidad y en la misma dirección que lo hace la sociedad y, por tanto, todas las manifestaciones culturales que la representan.
Los amantes anónimos es, en realidad, tanto en estructura como argumentalmente, una serie de televisión que he narrado o literaturizado, escoja el verbo. Yo la he visto en mi cabeza, episodio a episodio, capítulo a capítulo. Y como si se tratara de una serie, Los amantes anónimos es una temporada completa. Aprovecho para adelantar la primera exclusiva: no se trata de la primera temporada, tampoco del episodio piloto, y hasta aquí puedo leer. Y es que Carmen Puerto, la inspectora de policía que protagoniza la historia, ha llegado para quedarse. Desde que la conocí, o desde que se coló en mi cabeza, para ser más preciso, he tenido muy claro que se trata de uno de esos personajes que marcan y definen una trayectoria literaria. Permanentemente malhumorada, inteligente, bella a su manera, perspicaz, intuitiva, quisquillosa, ácida, fantasiosa, culta, brillante, locuaz, son algunos de los pocos adjetivos que puedo desvelar sobre Carmen Puerto, ya que prefiero reservar en la recámara de la lectura aquellos que mejor la definen. Es complicada, sí, mucho, Carmen es muy compleja, poliédrica, celestial e infernal al mismo tiempo, principio y fin, y yo qué sé cuántas cosas más, pero por todo eso o a pesar de todo eso me ha cautivado y espero que a usted también lo haga.
Nunca he relacionado la narrativa, escribir, con un acto molesto, doloroso y todas esas cosas que se dicen y que por suerte no he padecido nunca, pero es que en el caso concreto de Los amantes anónimos me atrevería a hablar de fiesta permanente. De juerga. Ese tiempo jodido que comentaba al principio desapareció por arte de magia. Lo he pasado realmente bien, he disfrutado cada página como hacía tiempo que no me sucedía. Otra vez, y hasta límites que no me atrevo a contar por no ofrecer una imagen esquizoide de mí mismo, he convivido con los personajes de la novela, especialmente con Carmen Puerto. Carmen, puñetera, a pesar de tus excentricidades, a pesar de esos arranques tuyos tan avinagrados, quiero que sigas a mi lado. Necesito volver a sentir toda esa energía que me has regalado.
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