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Como ocurre con las fluctuantes crisis económicas, de las catástrofes medioambientales nos acordamos sólo cuando ocurren. Cuando los fuegos se apagan, las sequías finalizan o las aguas vuelven a su cauce, nos llega la amnesia y los pocos que se resisten a padecerla predican sin ser escuchados. Se convierten en esos alarmistas que intentan alterar nuestra sosegada existencia.
Ante una situación tan traumática como la de Valencia ahora echamos la vista atrás y nos sorprende que haya literatura tan abundante y detallada sobre estos peligros, con documentos que tienen siglos de historia y otros más recientes que se quedaron en el cajón de los estudios, informes y libros blancos nunca llevados a la práctica. No podemos decir que no estábamos prevenidos.
La avenidas son fenómenos que se pueden dar con mayor o menor intensidad, pero que llegan tarde o temprano. Es así como que cada día sale el sol. También tenemos el riesgo de padecer terremotos o tsunamis, pero a diferencia de estos, con el agua de lluvia sí podemos prevenir males mayores si respetamos, vigilamos y controlamos el urbanismo en las zonas inundables, que están perfectamente definidas. Según el mapa que maneja la Consejería de Sostenibilidad en Andalucía, hay municipios enteros y amplias extensiones como la provincia de Cádiz o la mayor parte de la Costa Mediterránea donde la presencia humana parece una ruleta rusa.
En el antiguo Egipto, las crecidas del Nilo no solo se tenían en cuenta, sino que se aprovechaban para generar riqueza a través de los cultivos. Todo giraba alrededor de ese acontecimiento, hasta las estaciones del año. El problema es que ahora a los hombres nos ha dado por desafiar a la naturaleza y competir con los ríos y sus cauces, quitándoles su espacio natural de expansión. Los egipcios pensaban que aquellos desbordamientos recurrentes eran obra del dios Hapi y a la vista de lo que nos sucede ahora en España, parece que hay quienes prefieren pensar aún en misterios naturales o divinos. Cualquier cosa antes que asumir las culpas humanas y mucho menos las propias.
La gestión de la DANA en Valencia ha sido como para hacer un manual de lo que no hay que hacer y en Andalucía esta semana no se ha escatimado en alertas y medidas como dejar a todos los estudiantes en casa o paralizar transportes. Aún no se han enfriado los cuerpos de las más de 200 víctimas mortales de Valencia y ya había voces a primera hora de ayer que criticaban el alarmismo en provincias como Málaga, Granada o Almería. La amnesia nos acecha.
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