El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
ENTIENDO la política, y por tanto a los políticos, como un elemento de servicio público. Entiendo la Democracia como un contrato con la clase política que nos representa. Contrato que se renueva, si no se adelanta la convocatoria, cada cuatro años, mediante consulta popular, en las urnas. Voto a voto. En unos días tenemos cita con las urnas, debemos escoger al que habrá de ser el próximo presidente, en masculino, ya que no hay una candidata femenina en los partidos mayoritarios. El contrato que antes citaba, los partidos políticos que concurren a las elecciones lo simplifican en su programa electoral. Si tuviéramos en cuenta ese contrato, y haciendo un símil casi empresarial, el Partido Popular debería cosechar una contundente derrota, ya que ha incumplido buena parte de lo que prometió a sus votantes en el programa electoral. Y es que en sus cuatro años de Gobierno hemos asistido y padecido una elevada subida de impuestos, y dijeron que no los subirían, merma de los derechos sociales conquistados, y aseguraron que no habría recortes, así como a una precarización de nuestro sistema laboral, que también callaron. Tenemos mucho menos que hace unos pocos años, mucho menos, en todos los sentidos, en todos los ámbitos de nuestra vida. Y no vale con ese viejo y falso argumento de "podría haber sido peor", porque yo no quiero imaginar cómo habría sido ese "peor", que tal vez no hubiera sido. Como tampoco puedo imaginar más casos de corrupción, de Bárcenas, Rato y compañía, que los que hemos contemplado y sufrido en estos cuatro años. Casos que no han tenido consecuencias, sin coste alguno, porque nadie ha asumido su parte de culpa. Cuatro años más de plasma y mentiras, no, por favor.
Y para rematar la faena de estos terribles cuatro años, y amparándose en la estrategia más descarada que hayamos contemplado en nuestra Democracia, el Partido Popular convoca elecciones generales, se lanza a renovar su contrato con la ciudadanía, en plenas navidades, en una fecha absolutamente inusual. Un tiempo en el que es complicado movilizar al electorado, en el que hay multitud de desplazamientos. Hablando de desplazamientos y de personas fuera de su domicilio habitual: ¿no les llama la atención que la campaña publicitaria de voto por correo haya comenzado tan tarde y sin apenas presencia en los medios de comunicación? Suma y sigue. De la misma manera, estoy seguro que todos los trabajadores de la administración central cobrarán su paga extraordinaria antes del 20 de diciembre, pero será por casualidad, se admiten apuestas. Y es que todo vale cuando no se ha cumplido con el programa presentado a la ciudadanía. Todo vale de un presidente que envía sms de apoyo a corruptos demostrados y es incapaz, no ya de dimitir, como hubiera sido lo lógico, de al menos haber ofrecido una explicación medianamente convincente. Y todo vale de un presidente que se niega a asistir a los debates electorales y deja su silla vacía o envía a su segunda de a bordo. Ni siquiera se ha atrevido a pedir el voto en los debates, se refugia en la seguridad de sus propios miedos, se esconde. Cuatro años más de plasma y mentiras, no, por favor.
Y acabemos hablando de cultura. Aunque para explicar lo que el Gobierno de Rajoy ha hecho por la cultura y la educación en estos cuatro años nos bastaría con dejar varios renglones en blanco. Nada, o peor que nada, desmantelar mucho de lo que había. Temen a la cultura, temen a aquellas personas con capacidad de opinión, temen que alguien les diga que no están haciendo lo correcto. Temen tanto a las personas de la cultura que las han entendido, desde el primer minuto, como un enemigo al que combatir. Cobijados en su mayoría absoluta, en permanente soledad parlamentaria, incapaces de establecer acuerdos, han sacado adelante una reforma educativa con el único y gran objetivo de acabar con la que había. Y no hablemos del IVA cultural, del insignificante dinero destinado a bibliotecas y museos, de la situación alarmante del Instituto Cervantes o de la pérdida constante de patrimonio. Y es que este Gobierno no ha entendido la cultura como una solución y sí como un problema. Por todo lo expuesto y mucho más que dejo en la recámara, necesitaría un tomo enciclopédico, me temo, cuatro años más de plasma y mentiras, no, por favor.
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