El aplanamiento del mundo

La ciudad y los días

08 de agosto 2024 - 03:07

Por desgracia no son muchos los libros del gran pensador francés Olivier Roy, actual director del prestigioso CNRS (Centro Nacional de la Investigación Científica), disponibles en español que no estén descatalogados. Y la mayor parte de su obra no ha sido traducida. Como sucede con su apasionante último ensayo, L’aplatissement du monde (2022).

El aplanamiento del mundo se debe a “varios fenómenos simultáneos de borrado de toda trascendencia y complejidad” en el concepto de lo humano y el lugar del hombre en el mundo. Según Roy tiene cuatro orígenes que ordena cronológicamente: la revolución del individuo deseante en los años 60 y 70 –con el 68 como punto de giro– que sustituye la razón como fundamento de las relaciones humanas por el deseo, que antepone la realización de sí a la de la sociedad; el neoliberalismo de los años 80 que, pese a ser defendido en principio por políticos conservadores como Margaret Tatcher, arrasan los valores tradicionales y reducen todos los ámbitos de la existencia a mercancía; la desterritorialización ligada al fin del estado nación y las migraciones; e internet y la comunicación desarraigada y aculturada.

Consecuencia de ello es “un vuelco de valores, la desacralización de las sociedades y la crisis de las grandes ideologías”. La cultura y los valores trascendentes religiosos o laicos (como la Razón o el Progreso) daban profundidad al mundo mientras que estos cuatro factores lo aplanan. Olivier –interesado crítica y no confesionalmente en el hecho religioso cristiano, al que ha dedicado en parte su libro La santa ignorancia. El tiempo de la religión sin cultura (traducción española en Península) y totalmente el no traducido ¿Europa es cristiana?– suma a la crisis de la cultura la de la trascendencia: “Los europeos tienen necesidad de una referencia moral… Vivimos en una sociedad en la que ya no hay debate sobre valores, sino únicamente sobre normas. Pero el ser humano no puede prescindir de valores espirituales. Si se arroja la trascendencia del debate público, nos arriesgamos a que entre por la ventana bajo formas peligrosas: nihilismo (apocalíptico o transhumanista) o radicalismo religioso violento. Hay que repensar el proyecto europeo en toda su genealogía”. Desde sus orígenes grecorromanos y judeocristianos hasta la Unión Europea que, recuerda, “ha sido fundada mayoritariamente por cristianos”. Ojalá alguna editorial se decida a traducirlo.

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