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Grande-marlaska es hijo de un policía municipal de Bilbao. Ya ganada la oposición de juez, investigó el suicidio Rafi Escobedo, condenado por el sonado asesinato de los Marqueses de Urquijo, de los que Rafi fue yerno; un probable cabeza de turco. Marlaska sustituyó en la Audiencia Nacional a Baltasar Garzón cuando el gladiador sin límites de Torres (Jaén) fue fugaz secretario de Estado en asuntos de drogas (1993). En un año, Baltasar dejó con un palmo de napias a González: florero, búscate otro, Felipe. Más tarde, Garzón fue inhabilitado por precipitación y/o mala praxis como instructor de casos hipersensibles, pero antes prestó un gran servicio investigador y judicial a una España machacada por la mafiosa ETA y la complicidad extractiva del PNV. Y la de la incendiaria de la kale borroka, abertzales molotov.
De Marlaska cabe decir tres cuartos de lo mismo. También ha sido, como juez y magistrado, un objetivo nato de la banda criminal vasca: casi mil muertos, centenares de heridos y miles de otras víctimas que vivieron y viven traumados por la lucha por una patria que –oh casualidad— goza ahora la mejor renta del país. El actual ministro del Interior es un experto en su negociado: instruyó muchas causas contra los terroristas, prohibió cientos de manifestaciones de los chicos de la gasolina, que de esa manera el excura Arzalluz los llamaba. Mandó a prisión a Otegi. Pelotas bien puestas debajo de la toga ha demostrado Fernando. Que esté casado con un hombre puede ser un perfume electoralista, algo anecdótico a la postre. Mas, en la práctica ministerial, no sólo cabe reconocer que merece estar en ese cargo, sino que lo ha hecho eficazmente; con excepciones que, es de temerse, han sido provocadas por consignas coyunturales.
Hijo de policía, luego escoltado y temiendo un bombazo, el ejemplar funcionario y buen ministro Marlaska ha sido desautorizado por Pedro Sánchez en la compra de balas para la Guardia Civil, como las eran las de la cartuchera de su padre, las de los costados de sus guardaespaldas o, en siniestro, las de ETA para asesinar a quien fuera menester. Balas en cajas sobre un desautorizado Marlaska, que paga el funambulismo de su jefe actual y sus malabares para contentar a una minoría fragmentaria, Sumar, que hace cosmética antisionista de ocasión. Sánchez se baja los pantalones vergonzantemente.
A Israel le compra material militar todo el mundo. Otras cosas; tecnología de todos los sectores, finanzas. Los contratos se hacen para cumplirlos... o perdiendo en indemnizaciones. Y en credibilidad como Estado.
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