¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Por montera
Desde pequeña se me ha educado para asociar el éxito vital con la base educativa adquirida. Es decir, en aquellos años los que podían estudiar e, incluso ir a la Universidad, eran seres afortunados. Tener una carrera era garantía de poder acceder a un trabajo acorde con tus estudios y, en consecuencia, acudir a un poder adquisitivo del que adolecían quienes no tenían estudios. Los motivos por los cuales muchos de los padres de nuestras generaciones, y de las anteriores, se quedaron con las ganas de ir a las aulas era por la falta de dinero. La supervivencia familiar era prioritaria. Por lo que ese padre y madre, que sólo podía trabajar para aportar el salario al hogar, se quedaba eternamente con el deseo de haber podido ir a la escuela. Por ello, querían remediar su desgracia animando y favoreciendo el acceso a los estudios de sus hijos. Es de sentido común que si estás preparado el crecimiento personal se revierte en el crecimiento social. Los individuos somos una comunidad, un país. En estos tiempos en los que las nuevas profesiones están cambiando hacia carreras más acordes con los tiempos de la era digital, la pandemia ha desnudado nuestra auténtica fortaleza. En el mercado laboral hay tantos universitarios que se estaba fomentado las formaciones profesionales para incentivar los oficios al objeto de evitar su extinción. Es, por lo tanto, tan fundamental la universidad como la formación profesional, sin que una diferencia opcional entre un tipo de formación u otra merme en el estatus social del trabajador. La OCDE ha concluido en un nuevo estudio que aquellos niños que no vayan a la escuela probablemente ganarán un 3% menos toda su vida. Por lo tanto, cerrar las escuelas debe ser el ultimo recurso, según la OMS, la OCDE, un estudio del King´s College de Londres y la Royal Society cuyos respectivos estudios llegan a la mima conclusión. Normalmente estas evaluaciones sostienen que si los niños de Primaria y Secundaria no acuden a clase con regularidad, como es el caso que vivimos por el cierre de centros por la pandemia, las consecuencias serán devastadoras para nuestros hijos. Su salud mental se ve afectada, son más vulnerables al trabajo infantil o al abuso sexual y, ahora, advierten del impacto económico en resto de su vida adulta. Estas perdidas afectan al PIB durante siglos. En resumen: la ONU advierte de que al menos 24 millones de estudiantes podrían abandonar la escuela por la pandemia. Si dejan de ir a clase se amplía la brecha entre familias con mayores y menos ingresos. Volveríamos al pasado.
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