Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Si ya las conexiones en autobús suelen ser bastante escasas, en el plazo de apenas un año resultará imposible ir, por ejemplo, de Córdoba a Peñarroya-Pueblonuevo o desde la capital, digamos, a Cádiz, por no salir de las fronteras andaluzas.
Tal y como avanzó ayer de forma clara Ángel Robles en este periódico, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana va a dejar fuera de las concesiones a una veintena de localidades cordobesas y, además, ha decidido eliminar todas las conexiones por bus en el interior de Andalucía. La razón, la falta de viajeros; vamos que los cordobeses no cogen el autobús para ir de un pueblo a otro, según se expone. En concreto, la provincia de Córdoba genera y atrae 305.000 viajes al año en autobús de competencia de la Administración General del Estado, que son los que se ven condicionados por el nuevo mapa.
Ante esta decisión del Gobierno central, se abren varias opciones. Una, que quien quiera ir de Córdoba a Bilbao, va a tener que ir primero a Madrid y luego se tendrá que buscar la vida desde allí, cambiar de estación de bus e irse a Atocha o a la de Chamartín, que está a un paseo. Otra, la más dura, la zona Norte de la provincia se queda sin poder viajar hasta la capital cordobesa en bus. Es así, por muchas vueltas que se quieran dar. Existe una tercera opción, pasar las concesiones a la Junta de Andalucía y que entre todos paguemos, a través de impuestos propios, estos viajes. En el caso del Alto Guadiato es que ni siquiera hay alternativa de transporte, es decir, que tampoco hay tren y alguien debería saber y entender que no todo el mundo tiene acceso a un coche para viajar y tiene que tirar el transporte público para desplazarse.
Sin duda, este debería ser uno de los temas que tendrían que exponerse y debatirse en esta anodina campaña electoral en la que estamos inmersos -no es consuelo pensar que queda aún más de una semana para que hablen las urnas y se acabe toda la parafernalia que conlleva unos comicios-. Una campaña en la que faltan programas y acciones concretas, una campaña en la que las críticas de un lado y de otro y el miedo de si ganan los otros y pierdo yo, una campaña en la que una vaca pedrocheña cobra más protagonismo que el mensaje, una campaña en la que en un debate televisado se muestra un libro de texto desfasado, una campaña que, digamos, no hay por donde cogerla.
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