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Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
La colmena
Tendremos que ver a Albert Rivera explicando a Macron que nada tienen en común los patriotas españoles de Abascal con los extremistas franceses de Le Pen? La imagen de las tres derechas en la Plaza Colón, la que ahora todos se disputan como desencadenante de la convocatoria electoral del 28 de abril, puede ser la "foto de la vergüenza" que denosta la izquierda pero también la "foto de la normalización" que busca la derecha. Desde Montesquieu sabemos que quienes se entregan al poder tienen tendencia natural a abusar de él, pero desde Maquiavelo sabemos también que el poder es escurridizo e imprevisible. Porque el príncipe debe ser amado y temido por igual. Y porque el "fin justifica los medios".
Con cualquiera de estas ideas podríamos analizar el atropellado arranque de la campaña que vivimos el viernes cuando Pedro Sánchez accedió a disolver las Cortes. Todos los partidos tienen ya hilvanado su relato. Y lo curioso es que se mueven en los mismos parámetros pero cambiando los actores. Avanzar o retroceder; construir o bloquear; el discurso del miedo. Con un simple cambio de sujeto y predicado, podemos reconstruir el discurso de lo que unos ven como un "Gobierno Frankenstein" sometido a los independentistas, con un presidente "ilegítimo, que claudica y se humilla", y otros como la única oportunidad de que España no acabe infestada de populismo y nacionalismo.
Pero si en los extremos de Vox y Podemos se mantiene cierta coherencia sobre sus postulados, si en el PP y el PSOE se tiene claro cuáles son las mochilas que arrastran y las expectativas que podrían gestionar, Ciudadanos se lanza al tablero de las urnas con un doble veto difícil de digerir: no al PSOE de Pedro Sánchez y cordón sanitario hacia Vox. Es decir, en un escenario donde los socialistas pueden enfrentarse a la paradoja de ganar y no poder gobernar, donde los de Abascal pueden repetir la sorpresa andaluza irrumpiendo en Madrid con 20 escaños, el partido que puede tener la llave de la gobernabilidad se invalida en el primer minuto.
Todo es relativo, por supuesto. Y matizable. Y en ese recorrido que ya se vislumbra de reconfiguración de posiciones, lo que está claro es que no sólo Cataluña va a marcar la burbuja electoral. La vía andaluza, el tripartito de derechas del Sur, ocupará un lugar igual de relevante porque Andalucía sigue siendo un fortín clave, porque se presenta como el contrapeso al órdago catalán y porque es justo la comunidad en la que empieza a blanquearse Vox. Apartemos las extravagancias y el ruido mediático; el poder nubla pero también atempera.
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