Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Su propio afán
Me he automedicado “exilio interior” para cuidarme los nervios. La divergencia ideológica no me afecta. Si se juega con fair play, me parece hasta sana y complementaria. Lo malo es la tramposería, la demagogia y la mentira. Me han recordado que, durante la pandemia en la que morían miles de españoles y se nos imponían normas arbitrarias e inconstitucionales, Pedro Sánchez dijo solemnemente: “En las reuniones del comité científico, que se reúne una vez a la semana y en el que yo tengo el honor de poder participar y escuchar a gente que sabe mucho de estos temas, y por tanto también aprendo…”. Eso lo dijo de un comité científico que ¡ni existía! Ése es el honor que él dice que tuvo y que no tiene y su respeto a los españoles muertos y vivos.
Es buenísimo recordar estas cosas, que, con la bonhomía, se nos olvidan; pero lo traigo por la actualidad del acuerdo para renovar el CGPJ. Antes de las elecciones europeas en las que el PP se presentó como la única opción para echar a Sánchez, su archienemigo acérrimo, su súpervillano, ya tenían pactado entre ambos el CGPJ con todos o con la mayoría de los nombres del cambalache escritos y acordados. Y nos decían, como lo del comité de expertos, que al revés. Por ganarse las elecciones.
He hablado con amigos juristas y me cuentan que es un bochorno el reparto del poder judicial como el de aquel niño salomónico que casi parten con la espada –no la de la Justicia– por la mitad; pero que, al menos, se rompe un esperpento que estaba estancando la carrera judicial y desmoralizando al mundo del Derecho, sometido a falta de medios y a plazos kafkianos. Vale. Incluso yo, que no iría con Sánchez ni a cobrar una herencia, puedo entender esas razones.
Lo que no puedo entender es por qué nos engañan como a chinos. Si hay razones de peso de lo que uno hace, ¿no es mejor tratar al pueblo como adulto sin inventarse rivalidades cainitas ni arrogarse oposiciones frontales que, enseguida, se ponen de perfil, ni sacarse de la manga comités de expertos en los que uno tiene el honor inexistente de participar? La política se ha convertido en una partida de trileros que nos esconden una y otra vez la bolita de la verdad. Para ellos, la verdad es una bola, valga la paradoja. Hay cuestiones más técnicas, como la separación de poderes y el imperio de la ley, pero previamente, sin un máximo respeto al demos, la democracia es una farsa ridícula y tétrica.
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