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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Gafas de cerca
Te mueves más que los precios", decía Chiquito de la Calzada. Atendiendo la edad del cantaor de atrás gloriosamente metido a humorista, esa frase es un testimonio de los periodos inflacionarios y hasta de carestía y estraperlo que le tocaría vivir; no tanto de aquellos en los que la justicia muy poética quiso darle éxito y cariño. Porque desde que Chiquito recreó el surrealismo oral "de la manera más bonita y popular" (frase del mucho más serio Carlos Cano), los precios y su ritmo de crecimiento -la inflación- se mantuvieron dentro de un orden, de forma que los salarios se adaptaban al incremento del coste de la vida con poca demora. Quienes vivían en los 80 manejaban pesetas, y recordarán inflaciones y tipos de interés de bastante más del 10%; sucedía que los salarios seguían a esa liebre en la carrera del crecimiento.
No ardían las calles, porque el llamado coste de la vida y su pariente cercano y rival, el poder adquisitivo, se iban buscando (qué sindicatos aquellos), y permitan que recuerde a un corredor polaco de nombre Jaskula, de la época de Induráin y Rominger, que "hacía la goma" a esos dos colosos. La expresión ciclista significa que a durísimas penas los alcanzaba tras "perderles la rueda" una y otra vez. Ese sinvivir cesó en los 90, donde las tasas de inflación eran mucho más contenidas. Ahí hizo boom Chiquito: fistro, cobarde, pecador y diodenal explotaron en las conversaciones en la década posterior al Tratado de adhesión de España a la CEE (1985). Ya con el nuevo siglo y el euro -un marco acogedor, y va con segundas-, volvieron las convulsiones de precios al alza; ya saben: un café un 67% más caro de un día para otro. Los salarios se ajustaron bastante tras el empobrecimiento inflacionario, y entre 2009 y 2021 ha habido no menos de 5 años de inflación negativa, en los que el IPC cayó.
Ahora asistimos a unas brutales subidas de precios importados de la invadida Ucrania -y de intermediarios que pueden y aprovechan-, algo desconocido para los menores de 30 años. Los salarios se mueven menos que los precios: mientras éstos suben "una burrada" (Roig, Mercadona, dixit), aquéllos están quiétorr. ¿Cuánto tiempo durará este estado de cosas que nos produce "terror en el hipermercado, horror en el ultramarinos", que cantaban Alaska y los Pegamoides en los inflacionadísimos primeros 80 españoles? ¿Bajarán los precios a su amor cuando las convulsiones pasen, si es que el mundo empequeñecido por internet y las finanzas vertiginosas no es ya el Planeta Convulso? A su nivel de hace dos años, no volverán. Nooorrr.
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