Brindis al sol
Alberto González Troyano
Los otros catalanes
Hace un año que nuestro mundo sufrió un vuelco debido a una pandemia que rompió nuestra rutina y nuestras vidas al completo. Llegaron el estado de alarma y el confinamiento y, con ellos, tuvimos que dejar de ver, abrazar y besar a nuestros familiares para protegerlos y protegernos del contagio de un virus que entonces era totalmente desconocido incluso para los científicos. La incertidumbre y el miedo se apoderaron de nosotros y la muestra más visible fue el caos que se vivió en los supermercados: estanterías vacías, productos agotados, carros llenos de papel higiénico, colas en la puerta, obligatoriedad de llevar guantes y, con ello, mucha ansiedad.
Entonces no había mascarillas. Quienes pudieron, se cosieron una con lo que tenían en su casa; los que no, íbamos a porta gayola, aguantando la respiración cuando pasábamos muy cerca de otra persona. Puede parecer obsesivo y ridículo, pero ¿quién no lo ha hecho alguna vez en el año que llevamos de pandemia?
Parecía que el coronavirus, que había llegado para fastidiar nuestras vidas, nos iba a hacer mejores. Surgieron proyectos solidarios para ayudar a los que se habían quedado sin ingresos o a las personas vulnerables que no podían salir de casa para hacer la compra, y también hubo un agradecimiento en forma de aplausos a la labor de los profesionales sanitarios, que se jugaban la vida cada día en hospitales y centros de salud. En Córdoba, cinco de ellos la han perdido por el covid-19: la enfermera Nanda Casado, la celadora Antonia Juan Jiménez y los médicos Manuel Barragán, Joaquín Tortosa y Pedro Pablo Castro. Este último, un facultativo veterano del 061, falleció el pasado domingo.
El coronavirus ha causado casi 900 víctimas mortales en la provincia. Muchas personas ni siquiera han podido despedirse de sus padres, abuelos o hermanos. Otras aún se recuperan de las secuelas que la enfermedad les ha dejado. Ha habido verdaderos dramas en hogares, residencias de mayores y hospitales y también se han perdido miles de empleos.
La responsabilidad ciudadana y las buenas intenciones que surgieron al principio, quizás fruto del miedo y la incertidumbre, se han desvanecido. Cada día, sobre todo los fines de semana, vemos comportamientos irresponsables de ciudadanos que actúan como si la pandemia no fuera con ellos. No somos todos, pero son muchos, lo que demuestra que de esta crisis no vamos a salir como una sociedad mejor.
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