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El fatídico día de la DANA en Valencia, antes de saber que la lluvia torrencial se llevaría por delante cientos de vidas, conducía de regreso a casa de una punta a otra de Andalucía siendo consciente de lo vulnerables que somos. Los camiones despedían piscinas de agua y el asfalto gruyere de nuestras carreteras te ponía a prueba: segundos eternos sin visibilidad.
Basta una imprudencia, propia o de los otros, y basta una mala decisión. Nos creemos protegidos dentro del habitáculo de un coche pero son una trampa mortal. Lo primero que muchas familias hicieron cuando vieron diluviar fue bajar a salvar el coche; allí murieron. Atrapados. Sin escapatoria. Tampoco la tuvieron quieren pensaron que podían huir y fueron arrastrados por las riadas.
Todos sabemos que un coche usado no vale nada, pero nos resuelve la vida. Yo hubiera hecho lo mismo. ¡Quién no va a tener la tentación de ser precavido sin imaginar que es tu casa, y tu vida, lo que realmente estás arriesgando!
Llegamos al debate tarde y mal. Nos sacamos el carné de conducir memorizando datos y casuísticas, aprendiendo las respuestas correctas de los tests, sin saber nada de cómo manejar ese amasijo de hierros en situaciones difíciles. Nos enseñan a circular, no a conducir. En mi vida he cambiado una rueda y, de mecánica, ni me pregunten: llamas al seguro, viene la grúa y listo. Pero ¿qué hacer, qué no hacer, si hay una inundación, si nos enfrentamos a situaciones meteorológicas extremas? Ni idea. Estamos solos, el margen son minutos y no tenemos formación.
En el Consejo de Ministros de este lunes, adelantado precisamente para que el presidente del Gobierno pudiera asistir a la Cumbre del Clima de Bakú, se ha aprobado un real decreto que incluye un plan de enseñanza obligatoria en los colegios de protección y prevención ante catástrofes naturales. También se modificará el programa de las autoescuelas para orientar a los jóvenes ante emergencias. ¡Cuánto hemos tardado! Es urgente y no solo para los jóvenes. Somos todos, como sociedad, los que tenemos que asumir que las tragedias que hace unos años veíamos en latitudes tropicales las tenemos, ya, en nuestros barrios.
Y será un parche, admitámoslo, si no nos alineamos a escala global. Pero la COP29 acaba de empezar en un país productor de petróleo (¿alguien confía en que salga algo efectivo de ahí?) y Donald Trump arrasa en USA con su promesa de acabar (también) con la “estafa verde”...
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