Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Por montera
Toda la comunidad gitana debe pronunciarse. Y nosotros, acercarle al atril donde poder hacerlo con serenidad. Es el momento de que expresen sus opiniones para implicarse de manera contundente en debates públicos tras los terribles crímenes provocados por Juanín (Juan Mendoza), asesino confeso de las hermanas Lisette y Montse Fernández y de las heridas de gravedad de su madre, Consuelo. Todo lo que digan en público servirá para corregir un pavoroso comportamiento que, muchos de ellos, enmarcan en "su ley" que justifica la venganza. Es determinante que los patriarcas enfoquen sus discursos hacia la llamada a la calma y la confianza de que la Justicia hará su trabajo. Hay que remarcarles que todos estamos bajo el mismo paraguas de la Constitución. Y dentro de ella hay una varilla, la de la Justicia, que para todos funciona exactamente igual. La impaciencia ante los que claman venganza porque la Justicia es lenta deben saber dirigirse a los medios institucionales que están a su disposición. Ellos, aquellos ciudadanos de étnica gitana, o paya, que se excluyen, han de integrarse haciendo uso de los servicios de que dispone el Estado. El Estado, que, al parecer, ha fallado en este caso, también debe saber calibrar la veracidad de los desafíos que se porfían entre estas familias. Juanín ya había amenazado de muerte a su ex mujer durante años, hasta con navajas, y había una orden judicial sobre él de busca y captura. "El pecado se paga con la muerte", le escribió Juanín a Celes. Nadie hizo nada. Por la falta de cultura de denunciar a los maridos maltratadores en la comunidad gitana -según dicen ellos mismos-. "Nuestra ley es la venganza". "Nos han partido a toda la familia… nos vamos a comer sus tripas". "Ése muere en la cárcel. Ahí tenemos muchos contactos". "Nos vamos a comer a tu hijo y a tu padre les vamos a sacar los ojos". "Vamos a matar hasta el bebé que tienen amamantando", son frases de la familia Fernández. Los Mendoza han desaparecido de la casa vecinal en la que vivían las familias rivales. Esta España que aún existe debe ser erradicada. Ninguna familia, sea de la etnia que sea, puede estar desprotegida, ni Celes repudiada por su propia familia tras la separación. Se vierten amenazas entre ellos como quien sobrevive a un desahucio. Poseen armas, de peligrosa doble utilidad. Se planifican tramas cómplices. Se gritan en las calles. Se vengan. Esas chicas asesinadas, estudiantes de IES en el Doménico Scarlatti de Aranjuez, tenían sus derechos y no se los han dado.
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