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DE la edil Elena Cortés se dice de todo, porque es una política a la que la firmeza en sus convicciones le ha hecho desplegar un generoso catálogo de filias y fobias. Lo que nadie le puede discutir es su carácter cívico, si se olvida el episodio del megáfono. Ayer recibió a cuatro amigas que llegaron en coche a la plaza de Mármol de Bañuelos. Allí, tras los saludos, tres de ellas se dirigieron a un bar cercano mientras la capitular explicaba a la conductora dónde aparcar el vehículo. Dio indicaciones de todo tipo, pero la operación era bastante compleja para salir del laberinto circulatorio. Tras varios minutos de conversación gesticulante, Cortés decidió coger el toro por los cuernos, aun a sabiendas de que no es muy afín que digamos a la tauromaquia. No le pega. Todo se resolvió cuando la concejala optó por ponerse al volante para aparcar el coche en un lugar seguro. Esto siempre es mejor que dejarlo mal aparcado.
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