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Hace una semana que en Barcelona todas las noches se vive una verdadera batalla campal con la excusa del encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, un cantante que, por otra parte, ni en sus mejores sueños podía pensar en alcanzar la fama que ha conseguido gracias a su condena y entrada en prisión. Lo que en principio iban a ser movilizaciones a favor de la libertad de expresión han quedado empañadas por la violencia que están ejerciendo grupos de jóvenes -algunos incluso menores- que salen a las calles a destrozar la ciudad en la que viven y los comercios de sus vecinos. Y si además pueden pegarle una paliza a un policía, pues mucho mejor.
Piedras, tornillos, pelotas de golf y adoquines son algunos de los objetos que esta gentuza lanza contra los agentes, a los que plantan cara sin miedo como temerarios que son. Lo triste de esto es que no son unos pocos, son guerrillas urbanas que, en su mayoría, no defienden unas ideas políticas y ni siquiera comparten unas siglas dentro de los grupos antisistema. Son gente que aprovecha las manifestaciones autorizadas para infiltrarse y acabar quemando contenedores, destrozando mobiliario urbano, asaltando tiendas y rompiendo coches y motos particulares. De hecho, algunos no saben ni sobre qué va la manifestación a la que han acudido porque su fin es otro y muchos tienen antecedentes (como pueden comprobar los policías cuando los identifican).
No, no tienen justificación y si alguien los defiende me gustaría pensar que es porque no está bien informado de la realidad. Estos hechos, los destrozos que estas personas están causando, son indefendibles se mire por donde se mire. Solo quieren la violencia por la violencia y como tal, es necesario que todos los responsables políticos lo condenen. Después de varios días de graves altercados en las calles de Barcelona y Madrid, al fin Pedro Sánchez se pronunció asegurando que "la violencia es inadmisible". Ha llegado tarde, pero ha llegado. No se puede decir lo mismo del vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, que sigue sin condenar estos hechos deleznables. La cuerda cada vez está más tensa entre los socios de Gobierno y estos acontecimientos han venido a consolidar unas diferencias insalvables entre ambas formaciones que podrían pasarle factura a ambas más pronto que tarde.
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