Por montera
Mariló Montero
Los tickets
Quousque tandem
La tolerancia es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Y es una virtud cuyo ejercicio es muy recomendable si se pretende vivir en armonía. España es cada vez más plural en costumbres y también, sin olvidar el profundo sustrato católico de nuestra cultura, en manifestaciones religiosas. A nadie le extraña hoy otear un minarete, ni pasar junto a una sinagoga o un templo budista. Ni provoca escándalo alguno convivir con familiares, amigos o compañeros, agnósticos o ateos. Nuestra vida rezuma normalidad. Hasta que llega la Navidad o, mucho más, la Semana Santa.
No llego a colegir qué satisfacción personal experimenta la legión de ofendiditos y odiadores que salen de sus guaridas el Viernes de Dolores con la única intención de vomitar sandeces contra el catolicismo en general y la religiosidad popular, tan arraigada en España, en particular. El chiste de “salir a pasear muñecos” ya está más trillado que los de Jaimito. Y es igual de chabacano y chocarrero. Porque yo puedo entender la crítica a determinadas manifestaciones excesivamente pietistas o demasiado secularizadas, que también surge en los ámbitos eclesiales y de los mismos creyentes, en ocasiones con razón y otras no tanta, según el criterio de cada uno. Y admito el comentario que surge del desconocimiento: todos somos grandes desconocedores si hacemos balance de nuestros saberes, pero quizá algunos somos lo suficientemente prudentes como para no opinar sobre aquello de lo que no sabemos nada o casi nada. Y más aún si vamos a caer en el prejuicio.
Lo que me cuesta admitir es la intolerancia de quienes habitualmente presumen de tolerantes. Y en particular, la soberbia de muchos que desde una supuesta atalaya de intelectual progresista siguen sin enterarse de que en Andalucía, la Semana Santa, sin dejar de ser una manifestación religiosa, trasciende a la misma religión. Es la esencia vivida del pueblo –ese al que dicen defender sin que nadie se lo haya pedido– que se congrega alrededor de una imagen que es la encarnación de la propia familia, del barrio, del colegio o del pueblo… Cuando de niño has visto salir un paso cogido de la mano de tu padre y bajo la mirada atenta de tu madre, mientras tus abuelos hacían sitio para que lo apreciaras mejor, la Semana Santa es fe, pero también tu propia historia. Y contra eso no hay ataque que consiga provocar ni un rasguño.
También te puede interesar
Por montera
Mariló Montero
Los tickets
El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
A la sombra ?de los olmos
Guerra de audiencias
En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza