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Hace 36 años se estrenó una película dirigida por David Mamet titulada Las cosas cambian, en la que un viejo zapatero ve cómo su vida cambia cuando le proponen declararse culpable de un delito que no había cometido, a cambio de una importante cantidad de dinero. Después de muchas vicisitudes, pierde lo conseguido y estoicamente pronuncia la frase que da título al largometraje. Sí, las “cosas cambian” y eso significa que nada es para siempre. Pero el pensamiento occidental que lleva cientos de años liderando al planeta, está convencido de que esa realidad no va con ellos y que sus valores son inamovibles. Sin embargo, cuando vemos el ascenso de las formaciones de extrema derecha partidarias de reducir los valores democráticos en favor de mantener la seguridad de que su modo de vida no cambiará; el asunto no está tan claro y cabe preguntarse si el futuro de nuestras democracias está garantizado o si se impondrán otras formas de entender la política diferentes.
Creemos que Milei, Bolsonaro, Trump o Putin, son anomalías lejanas, cuando en realidad son el presente y van ganando. Orban o Meloni gobiernan a su antojo y las ideas autoritarias van ganando peso en países como Francia, Alemania, España o UK. Cuando vemos al país que se jacta de ser la única democracia en Oriente Medio, Israel, llevando a cabo lo que es un auténtico genocidio sobre el pueblo palestino; nos horrorizamos por la violencia, pero a continuación lo justificamos como necesario para preservar un sistema de vida al que consideramos el mejor. Las derechas occidentales están olvidando que el futuro pasa por trasformar y hacer progresar a mejor lo ya existente, y no en conservar a toda costa lo que ya tenemos. Para el pensamiento conservador, mantener lo establecido tal cual está no es que sea lo prioritario, sino el único empeño posible. Olvidan que fueron las ideas transformadoras las que construyeron la sociedad que tanto aman y a la que consideran perfecta. Enfrente, las izquierdas se están convirtiendo en grupos elitistas, cada vez más separados de la vida real, convencidos de su superioridad moral respecto a quienes no piensan como ellos y ajenos a las necesidades de la mayoría de las personas. Estas son las razones que explican que grandes capas de la población opten por otras vías al margen de las formaciones tradicionales y que al hacerlo se establezcan los cimientos de un futuro que será diferente, porque “las cosas cambian”; pero que no tiene por qué ser mejor , si quienes desean retroceder, son los que ganan.
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