Para poder creer en los Reyes Magos

Tribuna de opinión

Los que de verdad disfrutan la Navidad son los niños, lejos de rencores y barreras y llenos de ternura

Un niño entrega una carta a un rey mago.
Un niño entrega una carta a un rey mago. / Alejandro Martínez Vélez / E. P.

05 de enero 2025 - 06:59

Córdoba/Lo hemos visto y, en la cabalgata y fiesta de Reyes comprobaremos una vez más, que los que de verdad disfrutan la Navidad son los niños. Son muchas las escenas de niños felices cantando villancicos por la calle y contemplando Nacimientos. El mismo Dios se ha hecho niño, se deja cuidar por María y José y parece que nada le afecta: ni la pobreza del pesebre, ni la indiferencia de los habitantes de Belén. Vive abandonado, confiado, al abrigo del calor de los suyos, y la verdad es que nada le falta.

Un niño disfruta del presente, no se agobia pensando en el futuro, no guarda rencores. Hace unos días vinieron unos amigos a ver el Nacimiento con sus seis hijos. Los más chicos admiraban las figuras del portal, los animales: el buey y la mula, las ovejas, las gallinas y palomas, … Cuando pusimos en marcha el molino, se quedaron abobados viendo girar las aspas. Estaban dentro del misterio, lo vivían. El encanto duró poco, empezaron a jugar, a pelearse… hasta que la madre regañó a uno; al momento ya estaba el más revoltoso en brazos de ella, olvidado el enfado.

¿Qué podemos hacer para recuperar esa infancia? En la conversación de Jesús con Nicodemo le dice: "En verdad, en verdad te digo que, si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios". Volver a nacer, hacerse niño: "Dejad que los niños vengan conmigo, y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él", y dice también: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños".

La respuesta se la ofrece Jesús al maestro de la ley: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? Jesús contestó: En verdad, en verdad te digo que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios". Es un renacer espiritual por medio de la gracia, del Espíritu Santo. Es ponernos en las manos de Dios, dejarle actuar a Él.

Los niños creen en los Reyes y estos, con la ayuda de sus padres y abuelos, no les defraudan. Reciben todo lo que desean. Así, si nos ponemos en las manos de Dios, veremos cumplidos nuestros sueños y aspiraciones. Un niño cree y confía, se abandona, pide y es generoso.

Para vivir la infancia de espíritu debemos abandonar la autosuficiencia, la soberbia, el querer hacerlo todo por uno mismo, sin ayuda, sin aceptar consejo ni corrección. "Los niños nos recuerdan que somos siempre hijos: aunque uno sea adulto, o anciano, aunque sea padre, ocupe un puesto de responsabilidad, en el fondo sigue estando la identidad de hijo. Y esto nos remite siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado, sino que la hemos recibido. A veces, corremos el riesgo de vivir olvidando esto, como si fuéramos nosotros los dueños de nuestra existencia, y en cambio, somos radicalmente dependientes", nos dice el Papa.

Es la humildad, la disposición indispensable para acercarnos a los demás, para derribar barreras y crear puentes. No mirar al otro por encima del hombro, no pensar que siempre está equivocado, que no tiene razón, que es un poco, o bastante inútil. Para ir por casa, esto es fundamental, para el buen funcionamiento de las relaciones familiares es imprescindible. La soberbia es el origen de todas las disensiones e incomprensiones. Es la que levanta muros, divide, hiere. El niño chico olvida pronto, no guarda rencores, acepta la corrección.

Creer y confiar también es propio de los niños. Para ellos no hay nada imposible, ilógico, absurdo. Sigue diciendo el Papa: "Traen su manera de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en papá y mamá; y tiene una confianza espontánea en Dios, en Jesús, en la Virgen". "Pedid y se os dará" recuerda Jesús y, en una oración, decimos: "Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado".

Como pequeños, cogidos de la mano de María, recorramos este nuevo año llenos de esperanza, no renunciemos a soñar cosas grandes de amor y de servicio a los nuestros. Olvidemos las malas experiencias y volvamos a intentarlo, aunque parezca imposible. La fe lo puede todo.

Por último, la ternura: "Los niños además llevan en sí la capacidad de recibir y dar ternura… La ternura es también poesía: es "sentir" las cosas y los acontecimientos, no tratarlos como meros objetos, solo para usarlos, porque sirven …", nos dice el Papa. Esa ternura lo recompensa todo y todo lo logra. Aprendamos la sonrisa de los niños para regalársela a los demás.

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