Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
En tránsito
Se acuerdan de aquel zumbado que asaltó el Capitolio con un tocado de bisonte en la cabeza y pinturas de guerra en la cara? Eso fue hace casi cuatro años, justo cuando Trump acababa de perder las elecciones, y uno se pregunta qué estará haciendo ahora aquel tipo que se disfrazó de chamán y encabezó el asalto a la sede de la democracia norteamericana. Al tipo lo condenaron a 41 meses de cárcel, o sea que quizá todavía esté encerrado o a punto de salir. Y si está en libertad, me pregunto, ¿qué hará cuando sepa los resultados de las elecciones? ¿Se habrá vuelto más tranquilo? ¿O volverá a encasquetarse los cuernos de bisonte en la cabeza? Ya veremos.
Me acuerdo de aquel personaje –de nombre Jacob Chansley– porque en España tenemos unos curiosos especímenes humanos que se proclaman furibundamente hostiles a Trump, aunque luego se muestran incondicionalmente partidarios de nuestro Trump particular (que como el avisado lector o lectora habrá imaginado, no es otro que nuestro amado caudillo Sánchez, el aguerrido Sánchez de los pies ligeros, el esclarecido Sánchez tan caro a todas las Minervas del Progreso). Y eso es lo realmente raro, porque si hay un personaje parecido al narcisista y psicopático y mentiroso Trump, ese es nuestro amado líder de los pies ligeros. Trump, ya lo sabemos, es egocéntrico, maleducado, infantiloide y vanidoso. Se pasa la vida mintiendo para afianzar su poder o para alcanzarlo de nuevo. Dice sin ningún rubor que los inmigrantes haitianos comen perros y gatos. Difunde toda clase de bulos para envenenar la convivencia ciudadana. Y se ha empeñado en dividir al país en dos mitades que se odian a muerte y que están listas para enfrentarse a leñazos como los griegos y los troyanos frente a las murallas de Troya. ¿Y quién ha hecho esto en España, amigos anti-trumpianos pero fervorosamente sanchistas? ¿Quién se ha dedicado a ocupar las instituciones con sus peleles y sus perritos falderos? ¿Quién ha copado todos los mecanismos del Estado como si fueran su particular Trump Tower? ¿Quién odia la alternancia de poder? Ah, amigos, la respuesta es fácil. Y si no son capaces de verla, es que también llevan un hermoso tocado de bisonte en la cabeza, sólo que invisible. Y no se engañen, amigos, son tan trumpistas y creen tan poco en la democracia liberal como los que asaltaron el Capitolio.
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