Más allá del delito

Crónica personal

Un porcentaje alto de españoles viven –vivimos– con estupor, con tristeza, decepción e infinita vergüenza, las noticias periodísticas y posteriores investigaciones judiciales sobre presuntos casos de corrupción en las alturas.

Para desgracia de todos, no son hechos nuevos. Ha habido corrupción en prácticamente todos los partidos en mayor y menor grado, pero en este caso hay un ingrediente que no se había visto: la descalificación del Gobierno a los jueces y periodistas que hacen su trabajo y denuncian los hechos que pueden ser constitutivos de delito. Y eso que en tiempos no muy pasados, la mayoría de los jueces, fiscales y periodistas hoy denostados, recibieron elogios de quienes hoy les atacan.

Serán los tribunales quienes pronuncien la última palabra sobre corrupción. Pero los ciudadanos sí podemos poner el acento en algo que no es delito, pero que avergüenza tanto, y en ocasiones más, que los hechos que hoy protagonizan la vida política española: las formas.

Todo el mundo considera inadmisible, con razón, que Donald Trump alardee de cuántos son los gobernantes que, ante el problema de los aranceles, le “besan el culo”. Sin embargo, poco se ha dicho sobre el tono, las palabras y frases de los infinitos whatsapp y mensajes que se han filtrado estos días, una vez que la UCO los ha entregado a los jueces tras escudriñar los teléfonos móviles de los investigados.

Las faltas de ortografía son tantas y tan asombrosas que llevan a pensar que solo caben si se trata de una broma. Abusan esas conversaciones de palabras soeces y de expresiones impropias entre personas que se mueven en ámbitos probablemente de corrupción, con mordidas y pagos en dinero y en especie, pero entre los que se cuenta cargos relevantes de la política y de la empresa. Si ya existían sospechas de que en estos tiempos no siempre se ha elegido a los mejores para puestos de responsabilidad, sino a los más serviles, ahora llega la constatación: entre esos altos cargos habrá personas de trayectoria profesional incuestionable, pero también impresentables que ni siquiera se han preocupado por tener una mínima formación.

Por no mencionar que a esos mensajes que provocan incomodidad y a preguntarse en qué manos estamos, se suman escenas bochornosas como orgías que acaban en destrozo de habitaciones de paradores –empresa pública– con prostitutas llevadas en furgoneta y personalidades que participaron entusiastas. Apartamentos pagados por comisionistas, viajes oficiales con prostitutas a tanto por día, contratos y salarios de empresas públicas sin acudir a trabajar, currículos falseados para facilitar su colocación… todo ello aderezado de pistas que demostraban su falta de modales.

Qué menos que pedir un mínimo de educación a personas que representan a un país.

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