Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
En tránsito
Entre los muchísimos análisis que he leído sobre la victoria de Donald Trump, no he visto que nadie se acuerde del momento que –en mi modestísima opinión– le hizo ganar las elecciones presidenciales: aquel día en que un chaval sonado le disparó en una pequeña ciudad de Pensilvania y Trump, en vez de acobardarse y salir por piernas, se volvió hacia la multitud, levantó el brazo y empezó a gritar: “Luchad, luchad, luchad”. Pensemos ahora en cuántos líderes actuales europeos habrían sido capaces de hacer eso. Ni uno, ni hombre ni mujer, ni de derecha ni de izquierda. Zelenski en Ucrania, sí, o quizá Meloni en Italia, pero nadie más. ¿Y Sánchez? Por supuesto que no. ¿Feijóo? Por supuesto que no. ¿Ursula von der Leyen? Ni pensarlo. ¿Macron? Ni hablar. Y es que todos estos políticos son burócratas que no poseen ni el temple personal ni el coraje necesario para enfrentarse a una grave situación de peligro. Eso que llamamos “la vida real” les pilla muy lejos. Lejísimos.
Y eso es lo que hemos visto aquí en los días horribles de las inundaciones de Valencia. Ningún político –empezando por el valenciano Mazón, que ha hecho el ridículo más espantoso– ha demostrado tener ni un átomo de valía personal o coraje o capacidad de liderazgo. Ninguno –salvo los Reyes en Paiporta– fueron capaces de dar la cara en medio de los gritos y los insultos. Y ninguno ha sido capaz de evitar la tentación de aprovecharse políticamente del dolor y de la desgracia de miles y miles de ciudadanos. Salvo los alcaldes de las poblaciones afectadas, ningún político importante ha demostrado compasión ni generosidad por la gente que lo había perdido todo. Ninguno ha mostrado comprensión ni afecto, o simpatía, o un mínimo gesto, una sonrisa, nada. Porque lo único que hay dentro de esos burócratas aferrados a los cargos públicos es el gélido corazón mecánico de un burócrata.
Y por supuesto, esto va a tener consecuencias. Graves consecuencias. ¿Se le puede pedir a la población que ha visto lo que ocurría en Valencia que siga pagando impuestos y más impuestos para mantener una colosal maquinaria administrativa que ha fracasado por completo? ¿Se le pueden pedir más sacrificios, más impuestos, más tipos de IVA, mayores cuotas de autónomos? Lo dudo mucho. Así que vienen tiempos de desafección, profunda y cruda desafección política. Mal asunto.
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