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Uno. El feminismo de las hermanas Serra y el resto de la cuadrilla es, valga la paradoja, de un paternalismo estomagante. Estas chicas de la burguesía progre desconfían de la capacidad de las mujeres de tomar decisiones correctas por sí mismas. A “ellas”, aunque sean universitarias y tengan una excelente preparación, hay que pastorearlas, porque si no, como el pequeño Froilán, son capaces de pegarse un tiro en el pie. No importa lo que hagan en la vida, ni el éxito que lleguen a tener: las mujeres siempre serán víctimas del patriarcado. Y sólo podrán liberarse de ese yugo gracias a personas concienciadas y superiores dispuestas a sacrificarse por el bienestar de quienes probablemente ni siquiera agradezcan sus desvelos. Es el Sumopodemismo o despotismo con perspectiva de género: todo para ellas, pero, a ser posible, sin ellas.
DOS. Para las CEOs de la industria de género la historia de la parte femenina de la humanidad es como la de un escarabajo pelotero tratando de atravesar el Serengueti con una bola de estiércol de caballo a la espalda. Sí, es verdad que las mujeres en esta parte del planeta pueden votar (si hubiera sido por algunas izquierdistas españolas con calle en todos los pueblos todavía estarían amarradas a la pata de la cama), hacer carrera y todos esos clichés que tanto les gusta repetir a los hombres de la fachosfera, pero la triste realidad es que están más oprimidas que nunca. Como dice Titania Mc Grath, la liberación de la mujer es un espejismo; nunca dejes que un hombre te diga que no eres una víctima: un hombre desnutrido y sin hogar que duerma debajo de un puente sigue siendo técnicamente más privilegiado que la eurodiputada Montero.
TRES. “Los violadores y los asesinos no son delegados de género, no son representantes de lo masculino, no son miembros de un presunto colectivo que tiene como seña de identidad el odio o la violencia hacia la mujer. Presentar la violencia en pareja como un crimen cultural, es decir político, fruto de un supuesto heteropatriarcado machista, capitalista y opresor es una visión falsa y, como tal, inútil para abordar la violencia que sufren las mujeres. No hay una ideología detrás del asesinato o la violación, hay hombres que matan a mujeres. Por supuesto, demasiados”, escribe la diputada más brillante del Congreso. Representa a una derecha desacomplejada. Victoria Kent no le habría permitido siquiera votar.
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