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Tras el informe de la UCO quizás resuenen por los pasillos de la Moncloa, mientras rueda la cabeza antes tan apreciada de Ábalos, las palabras de Herodes en el trágico y en su día escandaloso final del Salomé de Wilde: “Seguramente algo terrible pasará… Quiten las antorchas. No quiero ver nada, no dejaré que nada me vea. ¡Quiten las antorchas! ¡Escondan la luna! ¡Escondan las estrellas! Escondámonos en nuestro palacio, Herodías. Empiezo a temer”. Eso sí, nadie besará los fríos labios de la cabeza cortada como hace Salomé en la escalofriante escena que cierra la obra: “Besé tu boca, Jokanaan, besé tu boca. Había un sabor amargo en tus labios. ¿Era el sabor de la sangre...? Puede ser, aunque tal vez era el sabor del amor... Dicen que el amor tiene un sabor amargo”.
Amargo y de sangre, desde luego, será el sabor. Pero no de amor. Lo hubo, sin duda, en la medida en que entre esta gente pueda haberlo. Desde las primarias de 2014, los días amargos de la caída tras el Comité Federal de 2016, la reconquista del partido y las primarias de mayo de 2017 hasta la adhesión inquebrantable mostrada durante el teatrillo de los cinco los días de reflexión –“Tienes mi apoyo y mi comprensión, presidente. Solo no rindiéndote, solo continuando con la lucha se podrá salvar la convivencia democrática, el respeto a las personas y a las instituciones… ¡No lo permitas!”–, Ábalos fue “el hombre para construir el partido de Pedro Sánchez” y su “punto de apoyo orgánico” (El País, 3 de junio de 2017).
Cuando Sánchez interpretó al Cid del Cantar del destierro tras su defenestración, Ábalos fue su leal Alvar Fáñez: “Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados; no os hemos de faltar mientras que salud tengamos, y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos y todos nuestros dineros y los vestidos de paño, siempre querremos serviros como leales vasallos”. En vez de en mulas recorrieron España en el Peugot 407 tras la solemne declaración de la reconquista del partido: “A partir del lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar a aquellos que no han sido escuchados, los militantes y los votantes de izquierdas de nuestro país”. Y lo logró, empezando por Xirivella (Valencia), localidad inmortalizada por Michel Montaner en el cantar de gesta con forma de libro El Espíritu de Xirivella. Cuando ruge la militancia. Ahora ruedan cabezas.
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