Confabulario
Manuel Gregorio González
R etrocediendo
Quousque tandem
El acuerdo para que el señor Illa presida la Generalitat y el señor Sánchez no tenga que mudarse de La Moncloa está pergeñado para que lo paguemos el resto de los españoles a escote. Y como ya todos somos ricos, pues nos subirán los impuestos por no ser catalanes. Así que gracias al progresismo resistente del presidente, es muy posible que los andaluces, sin quererlo esta vez y salvo que lo impidamos, volvamos a ser lo que fuimos: pobres, abandonados y despreciados. Por eso me resulta fascinante el apoyo tan sólido que está generando el latrocinio del concierto catalán entre los socialistas andaluces con cargo, renta y canonjía y hasta en cierta medida a la izquierda del PSOE, que es como se llama ahora a los comunistas. Apoyos que resultan tan robustos como el miedo a perder puesto en una hipotética lista futura. Supongo que la cristalina oratoria de la vicepresidenta Montero ha sido determinante para convencer a compañeros de partido y socios de Gobierno. Desde luego, fue escucharla decir: “Y lo que dice el acuerdo es lo que dice el acuerdo, no lo que cada uno creamos que dice el acuerdo. Y lo que no dice el acuerdo es lo que no dice” y me rendí ante esa muestra de elocuencia y didáctica pedagogía propia del Otis B. Driftwood que interpretaba el genial Groucho Marx en Una noche en la ópera y consagraba junto al pillo de Fiorello –encarnado por Chico– lo de que “la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte…”.
Sumen a eso que según manifestó el sábado el presidente, va a avanzar con o sin apoyo del poder legislativo y ya tenemos a Napoleón cruzando los Alpes. Porque lo de obviar al Parlamento en una democracia parlamentaria debe ser de lo más progresista, pero es muy poco democrático aunque los suyos lo aplaudan a la búlgara, como se criticaba en otros tiempos más luminosos.
Lo que no entiendo, dada esa entrega irracional, es cómo los independentistas no le exigen al señor Sánchez, y dado que pasado mañana celebran la Diada, un Auto de Fe que concluya en la plaza de San Jaime donde sean martirizados para deleite de los amnistiados, los más ínclitos militantes del PSOE andaluz. Y que sean llevados cubiertos de rojo sayón entre dos hileras de charnegos andaluces de izquierdas crucificados como en el final de Espartaco que proclamen a gritos: “Yo soy Pedro”. Visto lo visto, voluntarios no van a faltarle al Secretario General del PSOE para inmolarse voluntariamente por su Amadísimo Líder.
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