Doña Sofía, una merecida distinción

La ciudad y los días

11 de enero 2025 - 03:06

Juan Carlos I dilapidó el prestigio y el reconocimiento logrados para sí mismo y para la Corona gracias a su papel fundamental en la Transición como el puente que permitió ir “de la ley a la ley a través de la ley” (Torcuato Fernández Miranda) o “cambiar las cañerías sin cortar el agua” (Adolfo Suárez): en una orilla su proclamación por las Cortes franquistas el 22 de noviembre de 1975 tras ser designado por el dictador como sucesor a título de rey en julio de 1969; y en la otra orilla la sanción de la Constitución el 27 de diciembre de 1978, tras ser aprobada por el Congreso de los Diputados y el Senado el 31 de octubre y ratificada por el referéndum del 6 de diciembre que dio paso a la España democrática y a las primeras elecciones generales constitucionales del 1 de marzo de 1979. Poniéndose como colofón su actuación el 23 de febrero de 1981 que, para muchos, junto con la victoria del PSOE en las generales del 28 de octubre de 1982, marcó el fin de la Transición. Conviene recordarlo ahora que se pretende que la democracia llegó el 20 de noviembre de 1975. También para poner en su lugar histórico al rey que por sus muchas torpezas y su mucha soberbia ha acabado convertido en un monigote de la telebasura y un poco discreto auto exiliado en Abu Dabi.

Afortunadamente su hijo ha restablecido el prestigio de la Corona, tarea no fácil tras los escándalos de su padre. Afortunadamente, digo, porque para mí no se trata de ser monárquico o republicano, dado que las dos formas de jefatura o presidencia del Estado me parecen igualmente válidas, sino de ser práctico. Y es un hecho que la monarquía parlamentaria nos ha procurado el más largo período de paz y libertades (con la excepción de los crímenes de ETA cometidos en período democrático hasta 2011) que ha conocido España. Felipe VI, consciente del descrédito que su padre se ha ganado a pulso, ha acertado al reconocer públicamente la dedicación y entrega al servicio de España y de la Corona de su madre, Doña Sofía, concediéndole el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro.

A sus 86 años doña Sofía representa el único vínculo que ha permanecido incontaminado por los escándalos de aquella ejemplar actuación de la Corona en los difíciles años de la Transición. Creciendo su aprecio y respeto entre los españoles conforme, con sobradas razones, crecía la desafección hacia su marido. Merecida distinción.

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