El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
reloj de sol
LA educación, el aire y sus abismos. No hay un debate sobre la educación, solamente el aire de un abismo. No se ha tenido, ni antes ni ahora, en cuenta a los docentes. No se ha pensado, ni antes de ahora, en la idoneidad de consolidar un proyecto educativo con su pacto interior, que estuviera por encima de los posibles cambios de gobierno. No se ha valorado, ni antes ni ahora, el verdadero sentido de la autoridad dentro de las clases, la imprescindible necesidad de reforzar su referencia ética: el maestro. No se ha nombrado, ni antes ni ahora, un ministro de Educación que haya sido, precisamente, eso: un educador, un maestro. Lo único que ha importado verdaderamente desde los poderes públicos, cada vez que se hablaba de la Educación, ha sido convertirla en arma arrojadiza entre partidos. Lo único que ha importado, esencialmente, desde los poderes públicos, ha sido mantener un electoralismo con los niños, con las horas lectivas y los padres, y no la imprescindible coherencia educativa.
En los últimos días asistimos a muchas movilizaciones por la enseñanza pública. Yo también estoy con la enseñanza pública, con su realidad y su deseo. Precisamente por eso, estoy con los profesores. Con todos los maestros de primaria y secundaria. Con todos los docentes que lo son por vocación. Con todos los que trabajan con auténtico entusiasmo -he conocido muchos: más que en ningún otro campo profesional-, entregando lo mejor de cada uno, esa ilusión íntima y coral que nos hace pensar que nuestra vida, nuestra calle o el barrio, puede ser mejor, precisamente, con una educación, con el saber abierto a las ventanas del mundo. Quizá, también por eso, cuando ahora también se vuelve a poner en riesgo la enseñanza pública con estos nuevos recortes del Gobierno, me pregunto cuándo, verdaderamente, no ha estado en serio riesgo. Que haya más alumnos en las clases, ¿es de verdad ese hacinamiento que nos quieren hacer pensar? Si antes, con 25 alumnos por clase, en el Informe PISA Andalucía sacaba -a pesar de tener un profesorado excelente- unas notas paupérrimas, ¿en serio alguien se cree que va a empeorarse por tener cinco alumnos más por aula?
Cuando dejó de ser efectiva la autoridad del profesor, entre otras cosas, para que a partir de un determinado número de suspensos un alumno tuviera que repetir, y esa decisión quedó en manos de sus padres, se empezó a dinamitar la política educativa. Sin autoridad, sin la presión de querer estudiar, al menos, para seguir al año siguiente con los mismos compañeros, el alumno desmotivado se desmotiva aún más. Muchas pruebas de diagnóstico, muchísimos informes. Veo políticos de izquierda en la calle, manifestándose por la Educación. ¿Alguien puede explicarme dónde estaban mientras se vaciaba de contenido, de respeto y de guarda, la eterna figura medular del maestro?
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