Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
La ciudad y los días
Inglaterra no ha conocido una guerra civil, una revolución y una dictadura militar desde los tiempos de Cromwell, allá por el siglo XVII. Desde 1735 Downing Street es la residencia y despacho de los primeros ministros. Si en el siglo XIX el bipartidismo inglés estuvo representado por el Partido Conservador –creado en 1834 como evolución del Partido Tory, fundado en el siglo XVII– y el Partido Liberal –fundado en 1859 a partir del Partido Whig, también creado en el XVII–, en el XX lo ha estado y en el XXI lo sigue estando por el Partido Conservador y el Laborista, creado en 1900. Los Laboristas han conseguido 412 escaños y los vapuleados –con razón– conservadores 121. Los Liberales Demócratas han conseguido 73 y los demás no llegan a la decena (entre ellos, por desgracia, los populistas de Farage, que han logrado más votos de lo deseable pero solo cinco diputados). El Reino Unido, pese a este aumento de los radicales, sigue siendo bipartidista y centrista. ¡Que envidia!
Tras sufrir en 2019 su peor derrota electoral desde 1935, escribe Luke MacGee, redactor de políticas europeas y del Reino Unido de la CNN, “el líder laborista, el izquierdista Jeremy Corbyn, se vio obligado a dimitir y, a regañadientes, entregar su partido al centrista Keir Starmer, un ex abogado, caballero del reino y exactamente el tipo de figura del establishment que Corbyn y la extrema izquierda desprecian”. El despreciado es un abogado de orígenes modestos y brillante carrera que le ha valido ser el primer líder de su partido que llega Downing Street con el título de sir, concedido por Isabel II por sus servicios a la Corona y al país como Procurador General de Su Majestad, que ha dado al laborismo una victoria histórica por su empeño en reorientar el partido hacia un horizonte socialdemócrata centrista que, dijo, “lo vuelva a hacer elegible”. ¡Qué envidia!
Sir Keir Starmer –su padre eligió su nombre en homenaje a James Keir Hardie (1856-1915), fundador y primer líder del partido laborista– ha afirmado tras su victoria que sus cinco objetivos prioritarios serán el crecimiento económico, las energías limpias, la seguridad, la reforma de la educación y la recuperación del deteriorado Servicio Nacional de Salud para “devolver la política al servicio público” poniendo “el país primero, el partido después” (justo lo contrario de lo que pasa aquí, y no digamos en la Francia que hoy se la juega). ¡Qué envidia!
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