Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
La ciudad y los días
Aprovechando el relajamiento del domingo les propongo algunas reflexiones a propósito de las no pocas tonterías woke y anti western que se están escribiendo tras el estreno de la extraordinaria Los asesinos de la luna de Scorsese.
¿Quiénes eran los malos? ¿Los aqueos o los troyanos? ¿Los rútulos de Turno o Eneas aliado con Latino? ¿Rolando o los sarracenos? ¿El Cid o Yusuf? ¿Los españoles o los araucanos? De la redacción de estas epopeyas –conjunto de poemas que forman la tradición épica de un pueblo– han pasado muchos siglos, ya lo sé. Pero los Estados Unidos nacieron entre 1766 y 1788, y para el imaginario colectivo estadounidense su nación tuvo un segundo nacimiento entre 1846 y 1865 marcado por las guerras con México (1846-1848) y de Secesión (1861-1865) tras las que se inició la conquista del Oeste siguiendo la llamada “Go West, Young man, and grow up with de country” (“vete al Oeste, joven, y crece con el país”) que seguía la doctrina del destino manifiesto que, según escribió John L. O’Sullivan en 1845, mandaba “extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno”. Lo que en 1875 representó John Gast en su cuadro El progreso estadounidense: una gigantesca figura avanza hacia el Oeste tendiendo vías de ferrocarril y cables de telégrafo, guiando a los colonos y haciendo huir a los indios.
La narración mitificada a través de la prensa, la novela popular y la balada puso, mientras los hechos sucedían, los cimientos de lo que desde principios del siglo XX (publicación de El virginiano de Wister en 1902 y estreno de El gran robo de un tren de Porter en 1903, primera novela seria del Oeste y primer western) se convirtió en la épica americana del western. Que pronto, mucho antes de la corriente pro india que iniciaron Fort Apache en 1949 y Flecha rota en 1950, incorporó elementos críticos en La masacre india de Ince (1912) o, abundando muy a lo Scorsese en la corrupción de los funcionarios blancos en las reservas, Masacre de Crosland (1934). Tan malo es confundir la epopeya con la historia como ignorar la del cine.
Si de la epopeya quieren pasar a una historia rigurosa y no maniquea de la conquista del Oeste y las guerras indias les recomiendo el exhaustivamente documentado La tierra llora de Peter Cozzens (Desperta Ferro Ediciones).
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Gracias, Errejón