Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
ALEGAN los trust empresariales que manejan el cotarro taurino que los carteles que programan son los que el público demanda. Puede que no les falte razón, pues ciertas combinaciones son repetidas en cualquier plaza, sea cual sea su categoría, asegurando una buena entrada e incluso una tarde exitosa. Y es que la mayoría de público que acude hoy a los toros se queda en lo superficial. Sólo busca rentabilizar el alto precio de su localidad y pasar un rato divertido. Poco le importa la verdadera esencia del producto que consume, bien por tradición, bien por moda, o incluso por cierto esnobismo. Las combinaciones que dominan la cartelera de las principales ferias de la temporada son clara muestra de la poca exigencia de éste público actual. Toreros adocenados, impersonales, clonados entre sí, populistas, mediáticos, son sus preferidos. El toro, bastión de la fiesta pura, poco importa. Este público hace la vista gorda ante reses carentes de integridad, faltas de casta y ayunas de bravura o poder. Es un público fácil, poco exigente, predispuesto a aplaudir cualquier cosa -el suceso de la sentadilla de Priego así lo atestigua- y muy condescendiente con los intereses de quienes manejan los entresijos del toreo en la actualidad. Ante esto: ¿qué hacer? ¿Resignarse o tratar de mostrar la verdad a los nuevos espectadores?
La primera impresión que se puede sacar es que se está perdiendo una ocasión de oro para fomentar los valores auténticos de la fiesta de los toros. Se trata de divulgar, desde el sector oficialista del toreo, una fiesta acorde a lo que este público demanda. Se está enseñando lo esencial, lo superficial y lo efímero. Por el contrario está quedando sin mostrar lo más importante de una fiesta ancestral: sus valores antropológicos, su peso en nuestra cultura, su repercusión en las artes y, lo más importante, el sentido más puro de la lidia. Acercar al público a la fiesta mediante tentaderos públicos, clases de toreo de salón y otras actividades puede ser positivo, pero hay que profundizar más para hacer llegar la autentica fiesta a la sociedad de hoy.
Hoy por hoy hay muchos medios y canales para la difusión de la fiesta. Muchos más medios y en ocasiones más accesibles. La situación de la fiesta en la sociedad de hoy ha hecho que está se vea como algo políticamente incorrecto. La asepsia para con la muerte de nuestra sociedad ve la fiesta como algo bárbaro y cruento. Esto ha motivado que se le dé la espalda por muchos medios de difusión. Las editoriales no ven rentable publicar libros de temática taurina, así como reeditar obras ya agotadas. Obras como la colección de Espasa Calpe La Tauromaquia tenían volúmenes interesantísimos para todos aquellos que buscan en el toreo más que una tarde de gin, habano y orejas facilonas. En las televisiones públicas el toreo, salvo en contados canales autonómicos, está marginado. La televisión estatal mantiene un programa de una hora semanal cuya línea editorial está alineada con los intereses de los que manejan el toreo más que con los de los consumidores de la fiesta. Se echan igualmente en falta programas que pongan en valor la fiesta de toros desde otro prisma. Si la crisis hace inviable la elaboración de los mismos, sería interesante la redifusión de la serie La Tauromaquía con la que Joaquín Jesús Gordillo obtuvo el premio Ondas. En los canales autonómicos se muestra la fiesta que quiere el sistema imperante. Una fiesta enmascarada y de cartón piedra. En las televisiones privadas la fiesta está maldita. Solo importan los líos de bragueta, la sangre de la tragedia y poco más. Es triste ver como se repiten hasta la saciedad cogidas y percances, mientras se omiten resúmenes de los festejos como se hace con muchas otras actividades mucho más minoritarias que se celebran en el país.
La difusión escrita ha ganado con las nuevas tecnologías. A la prensa escrita impresa, de la que existen varias tendencias más o menos amables, ha venido a sumarse la información en internet. Un autentico boom. A portales taurinos que sirvieron para informar de forma inmediata pronto se sumaron numerosos blogs que completaron un panorama que a la larga tiene difícil calificación. Los hay de todos tipos. Hay algunos con pretensiones artísticas, literarias, o históricas; otros pretenden hacer una información independiente, que en ocasiones han llegado a molestar al sistema oficial y también, por desgracia, de poca pretensión y deontología periodística, cuyo objetivo fundamental es aparentar lo que no se es.
Medios hay para educar más que nunca a la afición, lo que hacen falta son buenos educandos.
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