Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
El mundo de ayer
La segunda temporada de White Lotus transcurre en un hotel de lujo en Sicilia. Entre sus personajes hay dos parejas de amigos. Uno de ellos sube a su habitación a cambiarse, y la mujer de su amigo sube a la suya a por un sombrero. Eso es lo que cuentan, pero no sabemos qué ocurre. Más tarde, el marido de ella, que está celoso y recela, se imagina otra cosa. Nunca se nos desvela la verdad, hay una duda que pende y que mancha el aire. Lo que vemos, lo que ve este hombre en sus húmedos miedos, es tan sólo posible. De algún modo estamos condenados a vivir como esas partículas de la física cuántica que, más que ocupar un lugar concreto, ocupan una función de onda, un espacio incierto, una probabilidad.
Yo tengo mis obsesiones y mis sueños recurrentes, y me sorprende el grado de consistencia con el que algunos escenarios y personas aparecen en ellos, allí donde nada parece ser firme. Hay una Sevilla propia y secreta, llena de extraños lugares, mezcla de tiempos y rincones reales y ficticios, que de vez en cuando se me presenta, y lo hace siempre con el mismo trazado. En ella me pasa siempre lo mismo y en los mismos sitios. Hay como una plaza o cruce de calles saliendo del casco antiguo que no recogen los mapas, y hay un puente que cruzo casi siempre de noche sobre unas aguas calladas y oscuras. Hay un jardín amurallado lleno de fuentes y tras él una calle ancha y alta llena de coches que pasan. Ninguno de estos lugares existe. Triana está llena de verde, de pozos de sombra y agua, de abandonadas aceras. Los encuentro siempre y siempre los recorro con un destino firme al que nunca llego.
Siento en estos sueños que una antigua corriente me lleva. Hay algún lugar, demasiado lejos o demasiado cerca como para conocerlo, que me espera o me define en cierto modo, una suerte de semilla envuelta en nieblas, de catedral hundida más allá del lenguaje. Hubo siempre alguien que ocupó mi misma piel, que tuvo mis rasgos, mi forma de pensar y de sentir, de amar o de buscar o de desesperarse. De algún lugar venimos, inevitablemente, y a veces siento que esa ciudad inútil y llena de maravillas que nunca cambia y encuentro al cerrar los ojos existe en un tiempo sin tiempo, en el origen de todo.
Y hay también un reverso. Vivo en los sueños de otros. Soy yo también, pese a mis voces y rostros mudables, a mis caminos sin rumbo. Dejamos un reguero de sombras por donde pasamos, todos dejan algo en nosotros, fantasmas que cobran vida en ciudades secretas. Yo espero algún día encontrarme conmigo, traducir este extraño lenguaje que me habita, entenderlo todo.
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Gracias, Errejón