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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Brindis al sol
Estos primeros meses del año aportan datos para Andalucía difíciles de admitir y, lo que es peor, de comprender. Son frías estadísticas e informes con gráficos del año ya transcurrido. Una vez más, no se percibe ningún crecimiento determinante, en comparación con otras regiones españolas, en valores que sirven de referencia para medir el bienestar de los ciudadanos. Y en esta situación, figurar en los últimos lugares -una afrenta social que no cabe disimular- se mantiene en Andalucía desde que se iniciaron las muestras. Gobierne quien gobierne no hay forma de sacudirse una maldición que ronda con el fatalismo. Por descontado, los andaluces han mejorado: ya no quedan trenes de madera con vagones de tercera repletos de maletas de cartón en búsqueda de un destino mejor. Pero todavía, a pesar de contar con trenes nuevos, si se observan desde sus ventanillas las otras regiones españolas, se continúa en el furgón de cola. Sin embargo, para mayor asombro, buena parte de los andaluces parecen contentos, quizás porque, como consuelo, han dejado de mirar y contemplarse en otros espejos. Al fin y al cabo, sólo se trata de cifras abstractas, y en esas comarcas andaluzas de las que dicen los gráficos que hay un cuarenta por ciento de paro, no se presienten de momento altercados y la gente se entretiene y tira con el narcotráfico y otras ayudas inconfesables. Además, se acercan las tradicionales fiestas de primavera que, con un poco de suerte, se alargan hasta el verano. Tal como dijo Ortega, hace exactamente un siglo: Andalucía es el único pueblo de Occidente que permanece fiel a un ideal paradisíaco de vida. Frase que ya solo permite una lectura irónica, aunque puede servir para abrir un congreso de agencias turísticas. Pero todavía más que las negras estadísticas, sorprende el continuado silencio institucional respecto a esta endémica catástrofe. Se han sucedido, en todas estas décadas, gobiernos en la Junta con centenares de consejeros y, que se recuerde, nadie ha convocado a un grupo de sabios, gurús, peritos, especialistas y expertos para que se atrevan a vaticinar si se trata de una enfermedad crónica, o una condena ineludible, o bien existe alguna posibilidad razonable de escapar, en un futuro más o menos próximo, a la foto fija que coloca Andalucía en un eterno furgón de cola. Sería maravilloso poder, algún año, aguardar las tradicionales fiestas de primavera, sin temor a que unas frías estadísticas despierten una más que justificada mala conciencia.
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