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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Alto y claro
El Gobierno pone el grito en el cielo porque el Tribunal Supremo le ha buscado las costuras a la ley de amnistía y ha desactivado, por ahora, el objetivo último para el que fue hecha: que Carles Puigdemont se vaya de rositas sin dar cuenta de los delitos cometidos durante el intento secesionista de 2017. El PP no es que ponga el grito en el cielo. Va bastante más allá. Considera al Tribunal Constitucional un apéndice del Gobierno de Pedro Sánchez que ha urdido una amnistía encubierta para dejar en nada el escándalo de los ERE y librar de sus duras condenas a los socialistas que, ya saben la cantinela, se quedaron con el dinero de los parados.
Hace solo unos años la cosa era igual, pero en sentido opuesto. El PP alababa el fallo del Constitucional que desactivaba el Estatuto de Autonomía catalán y los socialistas aplaudían a rabiar la sentencia del Supremo que confirmaba penas elevadas por las diversas tramas que confluían en el caso Gürtel. Nada nuevo bajo el sol. Aquí de lo que se trata es de arrimar siempre el ascua a la sardina propia, aunque ello suponga la deslegitimación de instituciones que son básicas para que vivamos en democracia.
En definitiva, parece que es de lo que se trata: utilizar todo para el combate político, aunque ello suponga tirarse los jueces a la cabeza, pertenezcan estos a la cúspide del Poder Judicial, como es el caso del Supremo, o al órgano encargado de garantizar los derechos de los ciudadanos, que es el Tribunal Constitucional.
En Estados Unidos, el Tribunal Supremo, que es la máxima instancia, acaba de conceder a Donald Trump una amplia inmunidad que le permitirá sortear los juicios que jalonaban su camino a la Presidencia. Ha ocurrido exactamente lo mismo que en España, los jueces conservadores han votado una cosa y los progresistas la contraria. Pero a nadie se le ha ocurrido cuestionar a un Supremo plagado de jueces que le deben el puesto, que es vitalicio, al propio Trump.
En España llevamos mucho tiempo en una espiral en la que el frentismo lo ocupa todo. Ha dejado de respetarse la separación de poderes y órganos que deberían de estar fuera del debate, se han convertido en campos de batalla en los que todo vale. El espectáculo que se está viendo en torno al Supremo y al Constitucional lanza un mensaje que debería de hacer reflexionar tanto en La Moncloa como en el estado mayor del PP. Este deterioro de la situación lo terminarán pagando también ellos, que son parte fundamental del sistema.
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