Ricardo Vera

Tres, seis, seis

El habitante

Los años bisiestos nos dan la posibilidad de ser felices un día más. No siempre se consigue, pero dejar de intentarlo con todas las ganas no tiene perdón.

01 de enero 2024 - 06:00

Trescientos sesenta y seis; tres, seis, seis: esos son los días que trae 2024. Los años bisiestos tienen su aquél. Recuerdo, siempre que llegan, las palabras tranquilas de mi amigo José Antonio, para mi sólo Jose, sin tilde y alargando un poquito la o, para darle relieve a lo grande que es el tipo (alcalde antiguo de los buenos, ser humano confeso, excelente persona): los años bisiestos, Ricardo, traen más tiempo porque así tenemos la posibilidad de ser felices un día más. No siempre se consigue, añado yo de mi cuenta, pero dejar de intentarlo con todas las ganas no tiene perdón.

Tres es un número curioso. Normalmente, cuando empezamos a conocer los números, es uno de los que se prescinden. Si se pregunta a un chiquillo la tontería esa de cuál es su color favorito, casi todos responderán el azul o el rojo, porque son los más vistosos de los comunes. Luego ya la vida los hará elegir el gris. Con los números pasa un poco lo mismo, casi todos eligen el 1 o el 2, más creo yo el 2. Algunos, que ya se ven complicándose la vida, te nombran el 7 o el 9, unos poquitos el 8. Casi ninguno el 3. Pero ¡ay, amigo!, el 3 es esencial y descubrirlo tiene premio, aunque el trofeo cueste.

Si nos metemos en honduras muy hondas, el tres representa para los teóricos de la numerología o los muy sabios cabalistas la propia divinidad. Es también, y no es poco, reiteración e insistencia: reforzar lo que está bien, insistir en el camino trazado, ser consciente de que se hace. Para los clásicos, con Tales de Mileto, salud, riqueza y entendimiento; con Gracián, santidad, salud y sabiduría (no muy distantes de nuestro salud, dinero y amor). En la antigüedad más lejana era el número perfecto: tiempo, espacio y materia, claves de la existencia; largo, ancho y profundidad, medida de lo que vemos; el triángulo de la lógica, el intelecto, la razón.

El seis tiene otro rollo. Su sentido es más familiar. De las mismas fuentes de antes mana el criterio de representar la armonía, la responsabilidad y el equilibrio. Por esa razón se asocia mucho al hogar, al sitio donde sentirse seguro y construir. La construcción siempre es para más pero no está exenta, ya sé, de que algún agorero diga que, para construir, a veces, antes hay que destruir y, entonces, de qué carajo de armonía y equilibrio se presume. Bueno, tranquilidad, que lo que cualquiera puede llamar destrucción, si hay un propósito, otros lo llamamos cambio.

Tres y doble seis. Como el tres no tiene nada chungo, reforcemos lo que trae cargado (yo insisto, y sugiero, en lo de razón, razón y razón, para que conste) y con los dos seises, armonizar responsablemente el equilibrio (siempre mucho mejor en casa). Si vamos con lo puesto, pues a lo básico: salud, trabajo y cariño, que no está mal, multiplicado para que dé seis y, de eso, pues dos veces: 3, 6, 6. Pero, al final, como al principio: no perdamos la chota, que esto va de estar bien. Un día más para lograrlo. A por ello.

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