Tribuna de opinión
Juan Luis Selma
Todo, por un Niño que nos ha nacido
Recuerdo que hace ya algunos años voté en una consulta telemática del Parlamento Europeo para que dejaran de cambiar la hora. No era vinculante, claro, pero algunos ilusos pensamos que dejaríamos de hacer esta pesada tontería.
El cambio de hora se realiza de manera global desde hace décadas. Dicen algunos que es para aprovechar más horas naturales de sol por lo que supone de ahorro energético. Con carácter general, muchos lo ubican en la crisis de petróleo de los setenta del siglo pasado, y puede ser que hubiera alguna razón de mayor peso entonces, pero la verdad es que este debate es más antiguo aún y en casos como el nuestro la primera vez que la cambiamos se va hasta 1918, por ahorro, sí, y por la carestía de la Gran Guerra y para adaptarnos a los países de nuestro entorno. Es decir, llevamos más de cien años haciendo el canelo.
Si a este jueguecito de cambiar la hora le unimos el dato esperpéntico de que nuestro huso horario natural, el de Greenwich, sin adiciones como ahora, fue cambiado graciosamente por el dictador en sus primeros pasos para que no coincidiéramos con la hora de Londres, pérfida Albión, y congraciarnos temporalmente con el huso alemán (no por alemán, sino por hitleriano) por si Hendaya (octubre del 40) salía como Franco quería y su ficticia neutralidad le rentaba en Gibraltar y el Norte de África, ya es para nota. Greenwich, que marca convencionalmente la hora adecuada por tramos, pasa aquí por Castellón, más o menos, luego, como mínimo, aunque en mi opinión aplicaría a todo el país, todo lo que queda al oeste de la Plana, tendría que seguir la hora canaria o portuguesa, ojalá.
En lugar de llevar la hora naturalmente oportuna nos castigamos quitando o añadiendo tiempo, depende de si verano o invierno, haciendo noches larguísimas que comen mañanas y días eternos en verano, diez de la noche casi y aún luce, o mañanas tempranas para tardes recortadas en invierno, sin que se explique qué ganamos. Estamos acostumbrados a tanta estupidez que una más casi no afecta, pero cansa. Sobre todo, porque nos preguntaron y la respuesta fue masiva, déjenlo quieto, y aún sigue.
Este año ya hay varios países que no cambiarán su hora en el continente. En la Unión, nosotros al menos hasta el 2026 lo seguiremos haciendo y, tal como está el patio, si tienen que ponerse de acuerdo para que, de verdad, sea la última vez, mejor parar el reloj del todo. Fuera, ya es muy poco común en América (solo lo hacen Chile, Paraguay, parte de Brasil y de Estados Unidos); China, menos alguna parte, y Japón se quedan como están; Australia, casi totalmente, y Nueva Zelanda, también; y en África solo la toca Egipto. En fin, seguimos a deshoras y tarde.
No sé ya si prefiero el de verano o el de invierno, creo que Este último, pero lo que sí quiero es decidir yo cuándo me mareo gratis. Hora correcta, ¡ay, Lisboa!, y fija, por favor. Ahorremos tiempo.
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