¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Miles de incidencias en todo el mundo y millones de cuentas y usuarios afectados. Facebook se desplomó un 5% en bolsa y su fundador quedó relegado al sexto puesto de las personas más ricas. Grosso modo puede ser el parte de incidencia de la desconexión histórica que todos vivimos a principios de semana. Una caída de WhatsApp, Instagram y Facebook que nos dejó descolocados. Y digo descolocados porque las redes se han convertido no ya en un sistema de comunicación esencial en el día a día, sino que también forman parte de nuestro trabajo y mucho más aún en nuestras relaciones sociales.
Este fallo mundial dejó literalmente vendido a quien se sintiera así. Los más jóvenes se quedaron indefensos y sin saber qué hacer y más de uno entró en una especie de espiral del terror. Consideraron que se acababa el mundo; sí, pero el suyo, en el que viven y en el que el cara a cara no forma parte de su comportamiento habitual y prefieren comunicarse vía telefónica o postear sus estados en cualquier red social, que dónde va a parar, es mucho mejor para ellos. Seis horas en las que no poder subir fotos y decir cómo se sienten y ganar algún que otro me gusta, seis horas en las que no poder enviar un mensaje instantáneo, ya sea de vital importancia, ya sea un saludo o un simple "cómo estás". Seis horas en las que se vino el mundo abajo y muchos no pudieron o no supieron cómo gestionar esta incidencia en sus vidas.
Esta caída nos puso a los pies de los caballos en muchos sentidos, pero el problema es que hay quien sigue sin darse cuenta de que si WhatsApp, Instagram y Facebook dejan de funcionar durante unas horas hay otras alternativas posibles y que la vida no se acaba. Supongo que es porque soy de la generación en la que no existían los móviles y había que llamar al teléfono fijo de los amigos para poder quedar con ellos y confiar en que en ese momento estuviera en casa. Supongo que será la vida que nos hace más consecuentes y que la edad te lleva a hacer un uso más responsable de estos medios, que ciertamente nos han permitido estar en contacto las 24 horas del día sin problema y han facilitado muchos las relaciones sociales y profesionales. Sin embargo, prefiero hablar cara a cara con quien pueda. Por eso, ha venido a mi memoria un cartel que sigue luciendo en algunos bares: "No tenemos wifi, hablad entre vosotros". Pues eso.
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