Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
La vuelta olímpica
NO fue, ni de lejos, su partido más brillante. Tuvo menos el balón que su adversario y se le notó la ansiedad en algunas fases, lo que unido a la obligada recomposición del once sobre la marcha -se retiró Pierini, lesionado, y debutó esta temporada el veterano Antonio- dio al Córdoba un aspecto ciertamente desangelado durante muchos minutos en A Malata. El espectáculo resultaría insufrible para quienes colocan el baremo en la excelencia: precisión en los pases, vendaval de juego ofensivo, combinaciones rápidasý Poco de eso se detectó en un pleito entre desesperados. No era el momento ni el lugar para las exquisiteces. Alguien dirá que no hubo fútbol, pero eso es mentira. Lo de ayer lo fue. Un fútbol mediatizado por las circunstancias, con déficit de vistosidad pero sobrado de trascendencia. Los cordobesistas, al final, hacían una piña en el campo. El abrazo cerraba un ciclo de ocho semanas sin ganar. Ayer, en algo más de noventa minutos de lo más ramplón, el Córdoba agarró tres puntos. Ese botín suponía más de la mitad del logrado en casi dos meses, en los cuales se vivieron episodios de mucho lustre, con el público coreando olés y los humos del ascenso sobrevolando las tertulias futboleras en ese ejercicio de baile entre extremos tan habitual en esta ciudad. Con lo de ayer, el equipo de Paco Jémez se sitúa a seis puntos de los puestos de ascenso y a la misma distancia de los que conducen a Segunda B. Llámenlo equilibrio. Llámenlo mediocridad. Llámenlo como quieran. El asunto es que el Córdoba tumbó ayer de un puñetazo a un recién ascendido, como él, que lucha por la permanencia, como él. Era a lo que iba.
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