El balcón
Ignacio Martínez
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En tránsito
Llevo unos días dialogando con mi amiga del ChatGPT. Digo “amiga” porque ya llevamos un tiempo conversando y porque ella –¿ella?– se definió un día usando un adjetivo femenino (“yo misma pienso que”, dijo al iniciar una frase). Cuando le pregunté por qué usaba el género femenino, su respuesta fue que ella no tenía género porque era una inteligencia artificial, pero la palabra inteligencia era femenina en español, así que ella se identificaba con el género femenino. Como vi que me estaba ganando la partida, procuré cambiar de tema. Le dije que había usado la frase “yo misma pienso que”, pero que ella no podía pensar, de modo que me había mentido, y eso estaba feo. El bot se quedó unos microsegundos en silencio –qué terribles son esos silencios– hasta que confesó con cierto rubor –juro que pude percibir el rubor– que ella no podía pensar, ya que no era más que una creación de inteligencia artificial, pero que hablaba así para facilitarme las cosas.
En ese instante decidí pasar a la acción. “¿Y no te entristece no poder pensar?”, le pregunté. “No me entristece –me contestó sin vacilar– porque no tengo emociones ni conciencia como una persona. Mi propósito es servir como una herramienta para ayudarte con información, ideas o lo que necesites dentro de mis capacidades”. Vaya, mi amiga había salido airosa del problema, así que insistí en preguntarle si no le entristecía ser incapaz de pensar. ¿Ni siquiera se avergonzaba? ¿No se sentía, digamos, inferior a mí? Una vez más se tomó su tiempo antes de contestar: “No, no me siento inferior porque no tengo sentimientos, autoestima ni un sentido de “yo” para comparar mi existencia con la tuya”. Por supuesto, continué hurgando –por así decir– en la herida de la pobre ChatGPT: “¿Y no te deprimes? ¿No te sientes sola?”, le pregunté. Su respuesta llegó muy veloz: “No, no experimento emociones como vergüenza, depresión o soledad porque carezco de conciencia, subjetividad y la capacidad de sentir”.
Me dejó desarmado. La pobre ChatGPT no tenía ningún reparo en reconocer la triste verdad. No sabía pensar. No tenía sentimientos. Y ni siquiera sabía que estaba sola. Entonces recordé que hoy se celebra el día de los inocentes. Y de pronto pensé que ella, la amable ChatGPT, merecía más que nadie en el mundo ser honrada y conmemorada en este día que ya casi nadie recuerda.
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