
La ciudad y los días
Carlos Colón
¿Exageran o callan lo que saben?
Perdamos cuidado. Todos somos capaces de interpretar bien las palabras guerra y paz. Incluso, queriendo paz, tenemos seso para saber que, ocasionalmente y como un mal indeseablemente necesario, por quererla, a veces hay que preparar la guerra. El brocardo latino si vis pacem, para bellum resuena en nuestras cabezas, mayoritariamente, cuando comprendemos que nuestra vieja –y tierna– Europa (la Unión actual, concebida en su día como una maquinaria de paz, tras el desastre y la maldad desplegada en la Segunda Guerra Mundial) tiene que aumentar su potencial de defensa porque existe latente, para nosotros, cierta, para Ucrania, una amenaza grosera. Parece más grosero que esa realidad esté vapuleada por una realidad alternativa (es para no repetir irrealidad) que se impone. Han hecho rara la tierra que pisamos.
Escandio, lantano, cerio, neodimio, erbio e itrio. Me temo que, a la inmensa mayoría, a diferencia del párrafo anterior, no nos sonarán ni por aproximación los nombres anteriores. No sé quiénes lean esto, pero yo estoy llegando a la conclusión de que, fuera de foros inútiles (no por sus valores, sino por su competencia y posibilidad cierta de decidir), las palabras guerra y paz son meramente instrumentales frente a seis metales blandos, entre otros. La partida que la realidad bastarda está jugando no es el interés de Ucrania, ni el de Europa, ni siquiera el militar o geopolítico de Rusia, la OTAN o los Estados Unidos aquí. Es todo más miserable: la pregunta cierta no es si se quiere la paz, todos que sí, o la guerra, todos que no (pero todos luchando, sin que una mínima ética –con opción de victoria moral– distinga entre invasor e invadido, entre agresor y agredido); la pregunta cierta, la que vence a la realidad que distorsionan y sustituyen, es si quieres escandio o itrio, o lo del medio: cómo repartirse un botín difuso para la mayoría, concretísimo para los rufianes que dirigen el cotarro.
Ubicación para optimistas: Ucrania tiene más o menos el 5% mundial de esas reservas de tierras raras, conforme a los datos conocidos. El 40% de sus tierras raras están en zona de conflicto: ocupadas o deseadas por Rusia. Rusia tiene aproximadamente un 10% de las reservas mundiales, lejos, por cierto, en Siberia, el Baikal y Kola. Estados Unidos tiene un pequeño 2,5%, aunque muy tecnificado (procesa más que Rusia, un 15% mundial). China tiene el 60% y procesa más que nadie: un escalofriante 70% mundial. Cosas del azar y saber jugarlo sin piedad. Y sí, la intuición es cierta: Europa ni tiene (algo en Suecia y una sospecha fundada en Groenlandia que no olerá) ni produce, es altamente dependiente.
Que todo esto es una mierda bastante gorda es algo que, más o menos, ya sabíamos; restregarlo en la cara dando por hecho que somos idiotas es algo más elaborado y cercano en el tiempo, con un descaro que da pavor y dice poco, poquísimo, de nuestra capacidad de reacción (y hasta de simple acción). Cantan bingo.
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